Después de más de dos años, Quesería Menorquina ha conseguido levantar el concurso de acreedores al que le abocó el Grupo Nueva Rumasa dejando a la empresa al borde del abismo. El plan de viabilidad presentado por Quesería Menorquina, que ha sido aprobado por el Juzgado Mercantil número 2 de Palma a principios de febrero, contempla reducir la deuda existente ante los acreedores en un plazo de diez años. Esto supone un paso en la buena dirección, tal y como afirmaban a El Económico el presidente del consejo de administración de la compañía, Francisco Tutzó, y su director general, Jesús Esparza.
Quesería Menorquina cuenta con una de las plantas de producción de queso fundido más competitivas de Europa después de haber formado parte de una multinacional como Kraft Foods. Actualmente, tras la nefasta experiencia en el grupo Nueva Rumasa, es propiedad de sus 127 trabajadores y directivos, que la salvaron in extremis, camino del cierre. “Somos, según creo, la única empresa del extinto grupo Nueva Rumasa que ha salido del concurso de acreedores al haber comprado los trabajadores la sociedad”, explica Tutzó. “En nuestro caso, adquirimos el activo y el pasivo, es decir, los bienes y todas las deudas adquiridas con terceros”, afirma el presidente de la compañía.
“Gracias al compromiso de los trabajadores, al buen hacer y la gran experiencia del equipo directivo, a la competitividad de la planta, a la implicación desde el primer momento de las administraciones públicas y a la ayuda de la administración concursal, además dely buen asesoramiento de nuestro abogado a lo largo de todo el proceso concursal, podemos afrontar el futuro con más optimismo”, concluye el presidente de Quesería, Francisco Tutzó.
EL GRAN CAMBIO. Cuando la multinacional alimentaria Kraft Foods anunció en el año 2008 que iba a cerrar la fábrica que había adquirido en 1992, la noticia supuso un enorme mazazo para la industria menorquina, toda vez que Industrial Quesera Menorquina había sido durante muchísimos años la empresa industrial más emblemática de la isla. El campo de Menorca se ponía en serio peligro y los movimientos institucionales y empresariales trataron de encontrar alguna solución que resolviera este jaque al sector lácteo.
La compra por parte del grupo Nueva Rumasa en julio de 2009 pareció una operación salvadora pero desgraciadamente no fue así, más bien al contrario.
“Cuando percibimos que no se actuaba en la buena dirección y que la deriva emprendida por la nueva propiedad nos conducía al precipicio, negociamos con la familia Ruiz Mateos la firma de una promesa de venta de las participaciones de la empresa a los trabajadores y al equipo directivo”, explica Francisco Tutzó. “Entendimos entonces que esta era la única manera de intentar reconducir la situación”, añade, iniciativa que prácticamente, coincidió con la entrada en concurso de acreedores.
Puesta en antecedentes la administración concursal de la existencia de este compromiso, su ayuda fue decisiva para que la venta de las participaciones pudiera materializarse. “Tengo la convicción personal de que este hecho fue el punto de inflexión que evitó la liquidación de la empresa”, opina Tutzó. A partir de aquí, el consejero delegado y el propio Tutzó iniciaron una ronda de entrevistas y contactos con sus principales clientes y proveedores con el objetivo de recuperar la credibilidad perdida en la empresa. La propiedad de la compañía había cambiado de manos y sus responsables, bajo la intervención de la administración concursal, eran el equipo directivo y los trabajadores.
AVAL HIPOTECARIO. El concurso de acreedores se acabó aprobando en abril de 2011.
El primer gran obstáculo al que tuvieron que hacer frente como nuevos propietarios de la compañía, una vez la jueza autorizó la compraventa de las acciones a los trabajadores y directivos en junio de 2011, fue ver la forma de eliminar un aval hipotecario de 15 millones de euros materializado por la familia Ruiz Mateos sobre los activos inmobiliarios de la empresa. Finalmente se pudo llegar a un acuerdo con la empresa titular de estos derechos hipotecarios a cambio de dos millones de euros.
“Lo que parece a simple vista un acuerdo satisfactorio, en la práctica no lo fue tanto porque en definitiva se trataba de pagar una cantidad muy significativa por una operación que en su momento se materializó en perjuicio de Quesería Menorquina para beneficiar a otras empresas del Grupo Nueva Rumasa, ya que el aval hipotecario que se formalizó nunca fue utilizado en beneficio de Quesería Menorquina”, aclara Tutzó.
La operación ayudó a mejorar la estructura patrimonial de la empresa y llevarla a cabo a través de este acuerdo. Esta fue la única manera de resolver un problema estructural en un tiempo aceptable.
ERTE Y ERE. Inicialmente y hasta la definición de un plan de viabilidad, los trabajadores tuvieron que pasar por unas regulaciones de empleo temporales para ajustar la mano de obra a la escasa carga de trabajo que había. Una vez se entró en un proceso de mayor estabilidad en la producción, y sin perspectiva razonable de crecimiento significativo a corto plazo, Quesería Menorquina tuvo también que afrontar un severo ajuste de personal para poder asegurar su supervivencia en una sociedad laboral recién nacida, en la que se habían embarcado los 174 trabajadores. La rebaja salarial del 20 por ciento no era suficiente para asegurar la continuidad, y pese a que la actividad productiva empezaba a remontar, no había trabajo para todos. Se hicieron 19 prejubilaciones y 25 despidos, pero para hacer frente al coste de este ajuste de plantilla tuvieron que vender la marca Tranchetes, uno de los activos con los que contaban para afrontar su futuro, al grupo francés Bel (La Vaca que ríe. En este sentido, se formalizó un contrato de co-manufactura por el que la fábrica de Menorca mantendría su fabricación pese a vender la marca.
CRECIMIENTO. La labor comercial que se ha retomado ha permitido un aumento de la producción constante en los últimos tres años, especialmente en la marca blanca para grandes cadenas de distribución. El año pasado incrementaron el volumen un 50% y este 2014 será de poco más de un 20%. “En el medio plazo, hemos iniciado algunas acciones de exportación que no son significativas en el volumen actual de nuestro negocio, pero lo consideramos estratégico porque estamos en un mercado muy competitivo”, explica el director general, Jesús Esparza. “El hecho de tener una de las mejores plantas de producción de Europa nos alienta y nos otorga un gran sello frente a terceros. Hoy en día estamos exportando a Sudáfrica, Suecia y Corea, pero hemos empezado de cero y tenemos en mente otros mercados”, detalla Esparza.
PRUDENCIA. El levantamiento del concurso de Quesería Menorquina, gracias también a la colaboración de los acreedores que aceptaron la propuesta de convenio, “era un paso imprescindible para seguir batallando y asegurar la pervivencia de la empresa y los puestos de trabajo”, señala Francisco Tutzó. “No hay que ser excesivamente triunfalistas porque nos espera un largo y difícil camino, aunque tengo confianza de que al final conseguiremos nuestro objetivo gracias al conocimiento y al magnífico trabajo de nuestro consejero delegado Jesús Esparza, de su equipo de colaboradores y del compromiso y esfuerzo de los trabajadores. Sin duda, repito, el capital humano es nuestro principal activo.” concluye Tutzó. El equipo directivo de Quesería Menorquina está liderado por Francisco Tutzó como presidente, Jesús Esparza como director general y Manuel Vecillas como director de fabricación, junto con sus 127 trabajadores, que también son propietarios.