La economía colaborativa es aquella en la que mediante la eliminación de un intermediario, conseguimos un producto o servicio a un coste más económico. Está sucediendo con aplicaciones mundialmente conocidas como Uber, Lyft o Airbnb.
Como usuarios el ahorro siempre nos supone una ventaja. Por ejemplo, Uber funciona perfectamente en la zona de Silicon Valley, donde por cada 20 coches de Uber que ves, quizás te encuentres con un taxi. Un servicio impecable en el que desde tu smartphone puedes saber a cuánto tienes tu Uber, una estimación de la tarifa ( suele ser la mitad del precio habitual) y qué coche y conductor va a pasar a por ti (con puntuación de usuarios anteriores). Lo mismo ocurre con Airbnb. Viajar a un lugar y sentirte como en casa a un precio no muy alto es posible gracias a esta app.
¿Pero hasta qué punto estamos preparados? ¿Cuál es la solución para que nadie salga perjudicado? ¿Es una buena manera el prohibir algo porque sí? En diciembre del año pasado, Uber fue frenado en España por las denuncias de los taxistas. Sin entrar a opinar y a modo de reflexión, quizá debemos plantearnos una actualización en medios y canales para llegar a la gente tanto para la promoción como para la venta. Al igual que con las casas y con los coches, podemos encontrar servicios como Odesk que te ofrecen freelance para tus trabajos.
Además, la economía colaborativa no solo trata de eliminar al intermediario, también la podemos utilizar para financiación colectiva. El ya conocido crowdfounding no es más que la aportación de un pequeño o mediano importe por parte de muchas personas a cambio de una fase beta de un producto. De ese modo, empresas que antes no habían conseguido financiación pueden salir a la luz y conseguir éxito. Un ejemplo puede ser la cámara 360º Giroptic, que levantó 1.400.000 dólares en la plataforma Kickstarter y que ha sido la primera empresa de vídeos de este formato en firmar partnership con Youtube. ¿Estamos listos para el cambio?