En estos días que ha saltado la noticia de los cambios corporativos de Google, cuya matriz pasará a denominarse Alphabet, y que tan bien han sentado al mercado, con subidas de más del 4% desde el cierre del lunes al del martes, parece obligado hablar del índice en el que cotiza: el Nasdaq.
Parecía muy difícil su remontada allá por el año 2002 tras el estallido de la burbuja de las telecomunicaciones, cuando se dejaba desde sus máximos de solo dos años antes más de un 80%. Estos días con las noticias que nos llegan de China parece haberse enfriado un poco, pero hace algunas semanas daba una señal optimista al superar de forma holgada los 4.550 puntos que suponían su máximo anual (llegó a cotizar a 4.694, a un 2,50% de los máximos históricos), muy favorecido por algunos resultados empresariales, entre ellos de Google. Cierto es que no está muy estable por encima de estos niveles, con varias pérdidas incluso a cierre de la semana pasada. Además existe una divergencia con el índice “líder” de la bolsa americana, el S&P 500, al no poder este con sus máximos anuales (que para él sí son históricos), con lo que no se puede afirmar que dé una señal de compra clara, pero sí una alerta.
Actualmente, una buena estrategia de inversión en bolsa americana supone el 20% de una cartera de un inversor en renta variable, cuando años atrás podría alcanzar el 40%. Ha decrecido principalmente por alcanzarse valoraciones fundamentales y por el menor potencial del dólar respecto al euro. Pero no parece recomendable salir completamente por la tendencia alcista que presenta, porque todavía queda algo de recorrido del dólar y por diversificación.
Una primera consolidación del Nasdaq por encima de los niveles comentados y especialmente de sus máximos históricos, sobre todo si vienen acompañados por movimientos similares en S&P, podría hacer incrementar puntualmente posiciones, eso sí, vigilando de cerca los soportes.