En esta ocasión hablamos de invertir en función de dividendos (reparto de los beneficios que hacen algunas compañías entre sus accionistas), especialmente entre inversores moderados que buscan una renta periódica.
Desde luego, es una opción respetable y más óptima que otras también muy utilizadas. Sin embargo, es fundamental conocer cómo afecta el cobro de un dividendo no solo al accionista sino también a la propia acción.
En primer lugar, destacar que cuando se reparte un dividendo, la sociedad rectora de la bolsa, en nuestro caso Bolsas y Mercados Españoles, aplica un ajuste a la cotización anterior al pago descontando el importe bruto, es decir, modificando la “cotización de referencia”. Estos nuevos precios son los difundidos oficialmente, por ese motivo podemos encontrar inversores que aseguran haber comprado Telefónica a 25 euros, cuando en todas las plataformas oficiales se plasma un máximo histórico de poco más de 14 euros. La explicación simple es que se ha “regalado” una parte de la compañía (en este caso dinero líquido), por lo tanto se debe ajustar el precio al nuevo patrimonio.
También hay que tener en cuenta que las empresas no están obligadas al reparto, estos se tienen que aprobar en junta general, de la misma forma que se pueden suspender.
Esto es algo que incluso puede ser positivo, ya que algunas dan dividendos a costa de endeudarse y la suspensión del reparto es positiva, como le sucedió a Telefónica en julio de 2012.
El aspecto fiscal es importante: cada vez que se cobra se practica una retención y en la declaración de la renta solo se puede compensar en un pequeño porcentaje, con la posible pérdida patrimonial de la venta de la acción.
Una posible solución puede ser invertir en fondos que a su vez inviertan en acciones con alto dividendo: los fondos solo tributan al 1% cuando una empresa le paga un dividendo (o cuando ganan con la venta), y si un partícipe hace rescates periódicos de porcentajes pequeños del mismo (4-5%), entonces el impacto fiscal es casi nulo.