Agosto 2017. La última crisis financiera ha cumplido 10 años desde que estalló. Según los historiadores de la economía, esta crisis llamada la Gran Recesión ha sido más demoledora en términos de pérdida de producción mundial, aumento de desempleo, caída de salarios, empobrecimiento de las clases medias, pérdida de confianza de inversores y mercados… que la Gran Depresión del 29. Hoy, la situación económica mundial se ha normalizado y los indicadores macroeconómicos y microeconómicos así lo evidencian. Son cinco los aspectos a considerar respecto lo que provocó la crisis.
Hubo crisis de liquidez y solvencia. El origen fue Estados Unidos, donde se concedían préstamos (hipotecas sub-prime) a quien difícilmente podía pagarlos (los “ninja” - no income, no jobs, no assets). Estos productos –deuda insolvente– se empaquetaban con otros y parecían rentables. Se vendían productos financieros sin valorar el excesivo riesgo de crédito, la morosidad, que se asumía. Había un sistema inadecuado de gestión de riesgos. Cuando estos clientes no podían pagar, los bancos no cobraban y los inversores perdían todo el valor invertido. Moraleja, gestionar bien a quien se vende, una venta no cobrada es una pérdida.
Hubo crisis de endeudamiento. Para realizar las inversiones que comentamos, los inversores atendiendo a “cantos de sirena” transformados en expectativas altas de rentabilidad, se endeudaban en un escenario de tipos de interés muy bajos. El endeudamiento público y privado era excesivo. Moraleja, elaborar bien los planes de negocio (inversión y financiación), es decir, con prudencia y evitando el peligro del Excel que lo aguanta todo.
Hubo excesiva desregulación. No solo hubo un exceso de desregulación, es que la regulación que había no se cumplía. Los mecanismos de supervisión públicos (de los estados y del sector público) y privados (de las empresas) dejaron de funcionar. La falta de intervención de los reguladores, organismos de supervisión en manos de políticos, consejos de administración en manos de personas desconocedoras del negocio que gestionaban, no banqueros haciendo de banqueros, no empresarios haciendo de empresarios… Moraleja, el mercado no se regula solo, necesita mecanismos de regulación y supervisión que funcionen y den credibilidad y confianza. Para España, se debe cambiar ya el modelo de supervisión.
Hubo políticas de retribución poco saludables. Una de las características comunes de aquel momento en relación al personal y sus salarios es que tanto bancos como empresas no financieras ligaban sus políticas de remuneración y sus bonus a objetivos que derivaban en la asunción de riesgos excesivos por parte de estos directivos. Moraleja, las políticas de compensación se deben relacionar no con ventas sino con cobros, no con ingresos sino con márgenes positivos, y con aspectos cualitativos (retención y motivación al personal, satisfacción del cliente y proveedor…).
Hubo un sector público malgastador que dejó de hacer sus funciones.
El papel del sector público como motor de la economía fue ejemplo de lo que nunca se debe hacer con el dinero que no es tuyo. Malgastar el dinero en infraestructuras innecesarias, corromperse hasta las cejas, no dedicarse a satisfacer las necesidades de la población. Moraleja, hacer totalmente lo contrario de lo que se hizo y dedicarse a satisfacer las necesidades de la población gestionando y siendo transparente con el dinero público. Todavía hoy queda por hacer. Un ejemplo, España. ¿Cuántos ayuntamientos se auditan? Muy pocos. Recordar qué y por qué pasó y ver si hoy hay signos de volver a las andadas. Si es así, dar la vuelta y no volver a caer.