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Las cuentas de Thomas Cook

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La cobertura mediática de la quiebra de Thomas Cook ha sido pesimista. Un golpe irreparable para el turismo español, el fin de los paquetes turísticos y cosas por el estilo. La realidad es más compleja.
Por supuesto es la mayor quiebra en la historia del turismo, por su volumen, por la marca de la empresa y por el número de turistas que hubo que rescatar. Pero no es el comienzo de una grave crisis.
El sector turístico está acostumbrado a numerosas suspensiones de pagos de intermediarios, turoperadores y compañías aéreas. Se montan empresas que no necesitan grandes inversiones y que no aguantan cuando los vientos soplan fuerte. Si la quiebra de TC es, en cifras, la mayor, se debe también a que el sector ha crecido muy velozmente en los últimos años.

Ya en los setenta la quiebra de Horizon y de Court Line recibió una cobertura similar y afectó a cientos de miles de pasajeros, lo mismo que la de ILG en 1991 que se llevó por delante a sus dos famosas filiales Intasun y Air Europa, y la de XL Leisure en 2008 dejó en tierra a más de doscientas cincuenta mil personas.

El sector turístico español salió de todas ellas reforzado y hoy es mucho más capaz de afrontar las consecuencias. Esta internacionalizado, tiene más capital y ha entendido que la hotelería es mejor negocio que la mediación. Y por supuesto los grandes han avanzado en la gestión directa de las reservas. No estamos ante una crisis de demanda.

Las cifras millonarias lanzadas a la esfera pública han ofuscado a unos y a otros. Ilustres analistas han cifrado en 7 millones el número de turistas que podríamos perder, cuando en realidad la disminución de oferta aérea –solo han parado 35 de los 105 aviones que tenían las diferentes empresas de TC– no llega a los dos millones de plazas (menos de un millón de posibles turistas) que empiezan a estar cubiertas por las compañías supervivientes.

Los doscientos millones de pérdidas de hoteleros y proveedores serán bastantes menos una vez que hayan cobrado de los correspondientes seguros, obligatorios para los paquetes después de la directiva de la Unión Europea de 2015.

Y por supuesto el Gobierno no va a poner setecientos millones de euros como algunos han querido entender, pues esa cantidad incluye líneas de crédito y campañas de promoción que ya estaban presupuestadas.

Los más afectados son los trabajadores que no encuentren acomodo en compañías antes rivales y para los que hay destinadas –tanto por parte del Gobierno central como de los dos insulares– unas dotaciones de dinero de verdad.

Afortunadamente el asunto no se ha convertido en material explosivo ante las próximas elecciones. Solo una de las grandes cadenas hoteleras –con históricas relaciones con Thomas Cook y sobre todo con Neckermann– tendrá que llevar una partida significativa a su cuenta de resultados.

Esto no es ni el fin del paquete –aunque sí un impulso al paquete dinámico- ni el de la turoperacion. Los hoteleros, por su parte, acelerarán su ya avanzada marcha hacia la mayor venta a través sus canales.

La quiebra afectará más, en términos relativos, a nuestros competidores, por lo que la situación competitiva de nuestros destinos mejorará.

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