La emoción es fugaz, aquello que nos moviliza hacia la acción. Los sentimientos son más duraderos. Emocionarse y sentir está relacionado con aquello que nos hace humanos y únicos. Pero la emoción no solo se transmite a nivel verbal, con la palabra, sino que algunos elementos de la comunicación no verbal están presentes y entran en juego. Así, el tono de voz nos delata, titubeamos o incluso nos bloqueamos con una voz entrecortada cuando presentamos miedo. Pero la tristeza también nos lleva a presentar un suave hilo de voz. Por otro lado, la alegría, la rabia o la ira se transmiten con un volumen más alto y tono grave. Además, la velocidad con la que hablamos puede denotar ansiedad o bien se puede ir muy lento y transmitir tristeza e incluso desesperanza. La expresión facial -como bien decía Cicerón, “la cara es el espejo del alma y los ojos sus delatores”- vehiculiza nuestras emociones. Paul Ekman nos habla de las “microexpresiones faciales” como movimientos casi imperceptibles que emitimos cuando sentimos de manera inconsciente e involuntaria. Las emociones básicas que todos experimentamos y que tienen una función adaptativa son el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el asco. Solo una de ellas es universal y positiva, la alegría. Conviven todas ellas siendo todas importantes y necesarias. La sonrisa en todas las culturas significa “me gustas, te acepto, te doy la bienvenida o las gracias”.
Nuestros movimientos corporales y el temblor de nuestro cuerpo denotan miedo, pero también sorpresa. Así como abrir los ojos y elevar las cejas. La alegría puede generar movimientos exagerados, estereotipados, saltos y brincos, con movimientos como si de un bailoteo frenético se tratase. Por otro lado, la rigidez, la parálisis aparece ante el miedo. La rojez, el rubor de nuestro rostro ante situaciones evaluadas como amenazantes como hablar en público o con extraños, nos delatan nuestras propias carencias en habilidades sociales. La sudoración excesiva es un signo de ansiedad e incomodidad ante la situación social determinada, así como una respiración más acelerada. Las pupilas pueden dilatarse ante situaciones de ansiedad o miedo, pero también ante la rabia o la ira. Por otro lado, la mentira se detecta con esos ligeros aleteos nasales y sobre todo con microexpresiones inconexas con nuestro mensaje verbal o miradas esquivas cuando estamos abordando una pregunta concreta que incomoda. El asco como emoción primaria y antigua está concebido para rechazar y apartarnos de aquello que nos resulta repugnante, arrugamos la nariz, elevamos el labio superior y las cejas bajan. Pensar-sentir-actuar, todo está interrelacionado, pero sobre todo lo no verbal con lo verbal. Atendamos al mensaje emocional en su conjunto, sin olvidar lo no verbal. Pero si quiere asegurarse de lo que otro u otra siente, no haga una inferencia o interpretación, pregúntele algo tan sencillo y directo como: Y tú, ¿cómo estás? Acompañado de una mirada atenta y una predisposición para la escucha.