Cuando en plena crisis económica de 2008 el cocinero Vicent Vila decidió elaborar su propia cerveza artesanal para acompañar la carta de su restaurante Es Molí de Foc en Sant Climent, pocos podían imaginar que aquella aventura se convertiría en una de las referencias más sólidas del sector cervecero artesanal en Balears. A punto de celebrar su decimoquinto aniversario el próximo año, la cervecera ha logrado consolidar su proyecto gracias a la apuesta por la calidad y la innovación.
Reconocida con diversos premios de ámbito nacional, desde su pequeña fábrica salen anualmente unos 95.000 litros, lo que supone una comercialización de 230.000 botellas y 650 barriles de treinta litros, cuya facturación alcanza los 300.000 euros. Al frente trabaja con gran dedicación y esfuerzo un equipo de cinco personas liderado por el maestro cervecero, Roger Vila.
PROYECTO.
En 2011 nacía Grahame Pearce como cervecera artesanal en Menorca. El proyecto, impulsado por Vicent Vila, surgió de la convicción de que la isla podía producir una cerveza de calidad comparable a las grandes europeas. Con un solo fermentador y cinco tanques de guarda en un pequeño local anexo al restaurante, comenzó la producción de una lager que muy pronto, se consolidó como referencia local. Licenciado en Historia, amante de los arroces y músico aficionado, Vila supo trasladar a su fábrica el mismo rigor que durante años aplicó a los fogones. La marca Grahame Pearce, bautizada en homenaje al amigo inglés que le animó a dar los primeros pasos en el mundo cervecero, tuvo una gran acogida prácticamente desde sus inicios, no solo por su calidad sino porque también pudo aprovechar el tirón de su afamado restaurante.
El proyecto supuso una inversión inicial de 750.000 euros en maquinaria de primer nivel con la idea de obtener una cerveza de primera calidad. «El proceso de elaboración por el que apostó mi padre no era de doble fermentación como la mayoría de cervezas artesanas sino que se basaba en la lagering, es decir, el trabajo en frío y al mismo tiempo, controlando la fermentación para que las levaduras trabajasen de manera homogénea», comenta Roger Vila, maestro cervecero y actual responsable de la fábrica. Vila se incorporó en el proyecto en 2013 tras formarse en una prestigiosa escuela de Berlín y trabajar en otras fábricas cerveceras de Manchester. La producción de cerveza ha ido creciendo paulatinamente un 15 por ciento cada año y hace seis años, volvieron a invertir con la adquisición de cuatro fermentadores de 2.000 litros.
EVOLUCIÓN.
Para Roger Vila, el secreto del éxito de sus cervezas ha sido la apuesta por focalizarse en Menorca como lugar donde asentar su proyecto vital y poder ofrecer un producto de referencia. «En nuestro catálogo conviven estilos europeos clásicos muy reconocibles como la Lager, la Brown Ale, la Stout o la Pilsner con otros americanos como la Ipa y también otras propuestas especiales, que solo podían nacer aquí». En este sentido, la marca ha apostado por la innovación con una serie de cervezas temáticas ligadas al territorio.
Una de las más originales es la Safrà Lager, infusionada con azafrán menorquín de la finca Santa Margarita de Es Mercadal. Otra innovación ha sido la Italian Grape, que mezcla mosto de cereal con mosto de uva de la variedad parellada, en una curiosa fusión entre el mundo del vino y el de la cerveza, que han impulsado en colaboración con sus vecinos de Bodegas Torralbenc. También destaca la Talayótica, desarrollada junto al Museu de Menorca a partir de un estudio arqueológico sobre restos vegetales hallados en vasos cerámicos prehistóricos con los que desarrollaron una nueva receta.
Con Xoriguer, que se encarga de realizar su distribución en la Isla, crearon la Glop de Festes, una cerveza con notas de enebro, piel de naranja y limón que rinde homenaje a la inseparable pomada de las fiestas de Sant Joan. Esta búsqueda de identidad ha tenido siempre un respaldo técnico con el Grahame Pearce Lab, un pequeño laboratorio con una máquina de prototipos de 60 litros que permite ensayar nuevas recetas antes de escalar su producción. «Nos da libertad para jugar con ingredientes locales y probar cosas nuevas, desde la algarroba hasta la higuera de pala», explica Roger Vila. La cervecera también ha intentado promover el cultivo de cebada en la Isla para consumo propio aunque finalmente ha tenido que desistir en su proyecto porque las condiciones climatológicas de Menorca, hacían inviable las cosechas.
RECONOCIMIENTO.
El resultado de todo este trabajo ha sido reconocido también fuera de Menorca con numerosos premios. En 2022, su Stout fue premiada como Mejor Cerveza del Campeonato Nacional de Burgos, y en 2024, obtuvieron también el premio a la Mejor Pilsner con la Pilsner y un tercer puesto con la Stout en el certamen celebrado en Pamplona. «Competir con marcas de todo el país y estar ahí arriba demuestra que se puede hacer cerveza de nivel sin salir de la isla», comenta Vila. El éxito, sin embargo, no les ha hecho perder el norte.
En Grahame Pearce están convencidos de que su fuerza está en lo local. «No tenemos ninguna intención de distribuir en Mallorca o Barcelona. Nuestra vocación no es crecer en kilómetros, sino en calidad y coherencia», subraya el maestro cervecero. En este sentido, han promovido la creación del Gremi de Cervesers de Balears junto a otro elaboradores de Mallorca y Eivissa para poder defender sus intereses y han trabajado en la inclusión en el Registro de Oficios Artesanos del archipiélago de la carta de Maestro cervecero. A esta coherencia se ha sumado un compromiso ambiental y de sostenibilidad que se refleja en todo su proceso de elaboración. «Los residuos de malta y lúpulo que producimos, se destinan actualmente a alimentar ganado de un vecino pero estamos en un nuevo proyecto para poder elaborar también compost y biofertilizantes», explica Roger Vila. «La idea es no generar residuos, sino transformarlos en algo útil», resume.
VISIBILIDAD.
En 2022 inauguraron su propio local en la Plaça del Peix de Ciutadella, un espacio inspirado en los Tap Rooms centroeuropeos donde se sirven exclusivamente sus cervezas y productos locales. «Queríamos un punto de encuentro, un lugar donde la gente pudiera probarlas directamente del grifo, sin intermediarios», explica Roger Vila. Desde entonces, el bar se ha convertido en un pequeño epicentro cultural, colaborando con el festival de jazz o el teatro del Born, y participando en más de cincuenta eventos cada año. Su implicación en la vida cultural menorquina ha sido siempre una constante, organizando citas festivas como el November Fest o promoviendo festivales de música por su décimo y undécimo aniversario. Otra de las maneras de acercarse a los consumidores han sido las visitas guiadas a su fábrica, que se realizan los viernes y sábados durante todo el año, consolidadas como una experiencia turística singular.
El próximo año, Grahame Pearce celebrará su decimoquinto aniversario, y lo hará fiel a su estilo, con nuevas colaboraciones, ediciones limitadas y otro festival de música previsto entre finales de mayo y principios de junio. En un sector cada vez más competitivo, donde las grandes marcas intentan apropiarse del discurso artesano, Grahame Pearce representa lo contrario, un modelo de proximidad, honesto y sostenible. Su éxito no está en los volúmenes, sino en haber sabido construir una marca que habla el idioma de Menorca «Nuestro objetivo no es vender más, sino que la gente valore lo que hacemos», concluye Roger Vila.