Sobre la piel de toro Cataluña se encuentra algo escorada, arrinconada si se quiere en el margen superior derecho. No obstante, el Principado ha pasado en las últimas horas a articular de nuevo la centralidad del conjunto de la política nacional española. Esta es una de las lecturas que se obtienen de la noche electoral del 23J, una jornada atípica de votos entre calores y abanicos en la que la opción de un Gobierno de coalición de PP y Vox quedó desacreditada por las papeletas.
Cataluña ha vivido en los últimos años un cierto atemperamiento en lo político y lo social. Mientras la derecha ha afeado duramente y de forma sostenida los acuerdos del PSOE de Pedro Sánchez con independentistas, los resultados parecen darle la razón. Y es que el hecho de que los socialistas escalaran hasta el primer puesto en Cataluña es en buena medida responsable de que hoy virtualmente no sea posible la alternativa a un ejecutivo progresista.
El proyecto de encumbrar a Alberto Núñez Feijóo como líder de una mayoría social a rebufo de la gran ola azul autonómica y local del pasado 28M perdió fuelle en el momento más insospechado, y el gallego acabó varado, yendo a morir a la orilla, con una mejora de los resultados de su antecesor, Pablo Casado, tan obvia como estéril. Bien es cierto que el PP también mejora relativamente su situación en Cataluña, aunque resulta innegable que este territorio es ahora el granero de votos que propicia a las formaciones de izquierdas tener el Gobierno al alcance de la mano.
El PSOE, como primera fuerza en Cataluña, cimenta su liderazgo volviendo a ser fuerte en algunas de sus plazas tradicionales. Las mismas que por momentos se tiñeron del amarillo independentista en anteriores convocatorias. A su vez, el Sumar alentado por los Comuns de Ada Colau consigue un digno papel: el segundo lugar en las elecciones generales se afianza a costa de la pérdida de impulso de Esquerra Republicana (ERC) y de la CUP, que se queda sin participación en las Cortes Generales españolas.
Los socialistas cuentan con una posición de teórico poder en Cataluña –y en Euskadi, donde también logran ser primera fuerza política–. Son la única opción de liderazgo de un eventual gobierno que incluya la pluralidad y transversalidad que han mostrado las urnas, tras el veredicto del escrutinio. No obstante, nada es seguro tal y como ya aventuraron los líderes independentistas en la misma noche electoral.
Si la candidata de Junts fue muy elocuente –no regalarán a Sánchez ningún cheque en blanco, un apoyo «a cambio de nada»–, no lo fue menos el republicano Gabriel Rufián. Al menos en eso han recuperado los soberanistas catalanes una cierta unidad de acción tras un tiempo a la gresca. Pese a haber retrocedido en la suma de votos, el candidato de ERC mandó un mensaje diáfano. «O Cataluña o Vox» lanzó.
Sin eufemismos Rufián plasmó que el interlocutor que se sitúe enfrente deberá respetar a su país si quiere garantizar la gobernabilidad en el conjunto de la nación española. Ello quizás implique una reactivación de la mesa de negociación y sus objetivos. Tal vez planee en las reuniones la sombra de un referéndum. Tendrán mucho en contra, también al Senado con una mayoría absoluta 'popular'. Pero qué otro camino queda por recorrer. Es eso o el bloqueo y la repetición electoral. ¿Con quién y para qué?, cabría cuestionarse entonces.