Siria se está acercando de nuevo al borde de una guerra civil. Sobre sus hombros aguanta el peso de ser el conflicto más largo de todas las recientes revueltas del mundo árabe. Una crisis que con el paso del tiempo se ha convertido en un enfrentamiento entre dos bandos. Este miércoles tanto la oposición como el Gobierno sirio se han acusado mutuamente de los dos atentados suicidas con coche bomba que han causado al menos 55 muertos y 372 heridos en un distrito del sur de Damasco. Es el atentado más sangriento desde el inicio hace catorce meses de la revuelta contra el régimen sirio, que acusó a «grupos terroristas» de la masacre.
El Ministerio sirio del Interior señaló que se usaron más de 1.000 kilos de material explosivo. De acuerdo con las autoridades, los vehículos iban conducidos por dos terroristas suicidas, que los hicieron estallar con tan solo un minuto de diferencia.
Más víctimas
El número de víctimas podría aumentar, ya que las fuerzas de seguridad han recopilado quince bolsas con restos humanos no identificados.
Las explosiones ocurrieron cerca de un edificio del denominado cuerpo de la Inteligencia Palestina y una sede de los servicios de Aviación en Qazaz, donde decenas de coches y autobuses resultaron incendiados.
Aunque el origen de los atentados se desconoce, el régimen del presidente sirio, Bachar al Asad, acusó a «grupos terroristas armados», apoyados por partes extranjeras, como se refiere a la oposición armada.
Por su parte, el Consejo Nacional Sirio (CNS), principal agrupación opositora en el exilio, negó cualquier implicación en los atentados y consideró que benefician a las autoridades.
El portavoz de esta organización, Emad Hosari, dijo que «estos atentados sirven al régimen sirio, que desde el primer momento dirigió sus ofensivas contra los civiles».