Aunque ha solicitado una investigación exhaustiva, Rusia se encuentra en el punto de mira de las grandes potencias por el asunto del avión de Malaysia Airlines, que el pasado jueves cayó en el este de Ucrania, presuntamente abatido por un misil lanzado por los rebeldes prorrusos.
El avión, un Boeing 777, del vuelo MH17 que cubría la ruta Amsterdam-Kuala Lumpur, con 298 personas a bordo, 193 de nacionalidad holandesa (una de ellos también con nacionalidad estadounidense), y se estrelló sin que haya habido ningún superviviente.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo estadounidense, John Kerry, coincidieron ayer en la necesidad de que todas las pruebas pasen a disposición de una comisión internacional de investigación.
En una conversación telefónica, Lavrov y Kerry «consideraron imprescindible garantizar una investigación internacional absolutamente sin trabas, independiente y abierta de la catástrofe del avión malasio», señaló un comunicado del Ministerio ruso de Exteriores.
La canciller alemana, Angela Merkel, abordó ayer con el presidente ruso, Vladímir Putin, la necesidad de garantizar una investigación independiente en el lugar donde cayó el avión malasio.
Mientras, un grupo de expertos de la OSCE logró ayer acceder a pie al lugar donde hace dos días fue derribado el avión en medio del temor por la posible destrucción de pruebas y el robo de cadáveres denunciado por Kiev.