La demanda del espectacular traje de protección usado contra el ébola se dispara con el avance de la epidemia, mientras en organizaciones y centros sanitarios se imparten cursos sobre su uso porque es un equipamiento que sólo evita el contagio si se sigue estrictamente el protocolo adecuado.
El fabricante estadounidense DuPont, cuyos trajes de protección utilizan organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF), ha triplicado su producción con el brote de la enfermedad en África Occidental.
Kimberly-Clark, otra empresa de EE.UU. dedicada al material de protección, también ha registrado un repunte en sus ventas, mientras que Lakeland Industries ha visto cómo se disparaban sus acciones en bolsa esta semana.
En Amazon están disponibles varios modelos de monos protectores de DuPont que oscilan entre los 10 y los 200 dólares (8 y 158 euros) en función de su nivel de protección, mientras que MSF adquiere cada Equipo de Protección Individual (EPI) completo a una media de 52 dólares (82 euros).
El EPI establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para tratar el ébola debe cubrir toda la superficie corporal e incluir un mono impermeable a los fluidos corporales, guantes, máscara, gafas y botas.
«Cuando se atiende a un paciente con ébola o en cuarentena por sospecha de que tenga la enfermedad hay que llevar el traje completo: mono, delantal, capucha, guantes, gafas y botas», explica a Efe Olimpia de la Rosa, que ha trabajado en África en esta y otras epidemias como coordinadora médica de Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF).
«También cuando se trasladan enfermos y cadáveres o se manipulan residuos contaminados», añade.
La doctora subraya que no hay un «traje para el ébola», sino que el EPI que se emplea (el más usado por las grandes organizaciones es el Tychem C de DuPont) es el de máxima protección, el mismo que se usa en zonas de África afectadas por la fiebre de Lassa u otras enfermedades hemorrágicas y muy contagiosas.
«Hay elementos del traje que se usan habitualmente en hospitales o cuando se tratan otras enfermedades, como los guantes o las batas, pero las capuchas son poco habituales fuera de laboratorios y los monos se usan sólo en situaciones de máximo riesgo como esta», precisa De la Rosa, que trabajó en Liberia en julio y en otros brotes de ébola anteriores en Uganda y Congo.
Una de las claves de la protección frente a esta enfermedad, que se contagia por el contacto con los fluidos corporales de un infectado, es la porosidad y resistencia de los monos especiales que usan los trabajadores sanitarios.
«No sólo se escoge el modelo de traje por su resistencia a los líquidos, sino también en función del tamaño de virus que podría pasar a través de los poros de material. Nuestro estándar no deja pasar materia de más de 27 nanómetros, y el virus del ébola tiene 84», explica la médica.
Los EPI disponibles hasta el momento son «muy incómodos» para los trabajadores sanitarios porque con los movimientos la sensación se hace sofocante dentro del traje. «Llega un momento en que eres consciente de cada una de las piezas», comenta De la Rosa.
Esto hace que cada equipo pueda usarse como máximo durante hora y media o dos horas, o menos cuando el tiempo es muy caluroso y húmedo, lo que no sólo dificulta la labor de los especialistas sino que también multiplica el número de trajes necesarios para afrontar la epidemia.
Para buscar una solución a este problema, la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) ha abierto una convocatoria de ideas para financiar el diseño de un nuevo traje de protección más transpirable.
Al tiempo que aumenta la demanda, atención y curiosidad sobre los «trajes amarillos» o «trajes espaciales» de las noticias, se intensifica la advertencia de las autoridades sobre la necesidad de cumplir de manera estricta los protocolos de su uso.
Con la llegada de los primeros casos a Estados Unidos y Europa, los centros sanitarios forman a sus empleados en el uso correcto del EPI con seminarios, prácticas y vídeos explicativos.
«Sobre todo es importante aprender bien cómo quitarse el traje, ese momento es clave porque el material ya está contaminado», explica a Efe la doctora Christina Gagliardo, que trabaja en la atención de enfermedades infecciosas en pediatría de un hospital de Nueva York.
Para asegurar que al retirar cada una de las piezas no se hace ningún movimiento reflejo (como tocarse la cara con el guante contaminado), se trabaja en parejas.
«Una segunda persona supervisa que la retirada del traje se hace de manera correcta, porque no hay margen para el error en una enfermedad como el ébola», explica Gagliardo.
La OMS estima que se necesitan 3 millones de Equipos de Protección Individual para afrontar la epidemia, de los cuales unos 400.000 ya se han enviado a África Occidental, donde el ébola ha afectado a más de 7.400 personas y causado más de 3.400 muertos.