Hungría, que hace un cuarto de siglo fue escenario del comienzo del fin del Telón de Acero, aprobó este viernes unas leyes que penalizan como delito cruzar su frontera para protegerse de los refugiados que siguen llegando a miles todos los días desde Oriente Medio para alcanzar luego Europa Occidental.
Al mismo tiempo y tras estar varados durante toda la semana en la estación ferroviaria de Budapest Keleti, centenares de refugiados se pusieron este viernes en marcha para alcanzar a pie la frontera con Austria.
Todo un éxodo de refugiados, sobre todo de hombres jóvenes, pero también de algunas familias, con madres e hijos, según las imágenes que transmiten las televisiones locales.
Las nuevas medidas legales, aprobadas de urgencia en el Parlamento, definirán como «delito» cruzar la frontera a partir del 15 de septiembre.
Solo por pisar territorio húngaro los refugiados sin permisos podrán ser condenados a tres años de cárcel, una pena que puede aumentar hasta cinco años si se daña la polémica alambrada o se entra armado a Hungría.
El Gobierno conservador nacionalista del controvertido primer ministro húngaro, Viktor Orbán, asegura que con estas leyes podrá «aliviar la presión migratoria» que sufre el país.
En lo que va de año, más de 160.000 personas, en su mayoría refugiados de zonas de conflictos como Siria y Afganistán, han entrado en Hungría a través de la frontera serbia, con la intención de seguir hacia Austria y Alemania.
«Si no defendemos nuestras fronteras, vendrán decenas de millones a Europa», advirtió Orbán en una entrevista radiofónica.
«Si permitimos que todo el mundo entre, será el fin de Europa. Nos podemos despertar una mañana y darnos cuenta de que estamos en minoría en nuestro propio continente», agregó.
Defendió la necesidad de «mostrar fuerza» en la defensa de las fronteras y lamentó que Europa sea «rica, pero débil».
Gábor Gyulai, del Comité Helsinki para los derechos humanos, alertó de que «miles de refugiados correrán el riesgo de ser devueltos a Serbia, que según la ONU no les ofrece protección».
«El Gobierno (de Orbán) empuja el país hacia una catástrofe humanitaria», declaró el activista.
Los cambios legales se produjeron al mismo tiempo que a pocos kilómetros del Parlamento húngaro cientos de refugiados, quizá más de mil, iniciaron una incierta marcha hacia la frontera con Austria, situada a unos 180 kilómetros.
A las 20.00 hora local (18.00 GMT), el «éxodo» de refugiados seguía a lo largo de la autopista M1 y ya habían salido unos 20 kilómetros de la capital.
La dramática decisión de emprender el viaje a pie se produjo después de que las autoridades húngaras impidieran la salida de trenes con refugiados hacia el extranjero.
Una riada humana con familias enteras se echó a la carretera, con muchos refugiados portando fotografías de la canciller alemana, Angela Merkel, y haciendo el signo de la victoria.
La policía acompañó la marcha facilitando su paso seguro por cruces y semáforos, sin que se produjeran incidentes.
«Iremos andando, no hacemos mal a nadie, no somos criminales. Sólo quiero llegar a algún país en el que pueda terminar mis estudios», explicó, aún en Budapest, Nasir al Omar, alumno de Arte y Literatura en la universidad siria de Alepo.
Mientras, en Bicske, a 37 kilómetros de Budapest, unos 300 refugiados se escaparon de los policías que vigilaban un tren retenido desde este jueves con medio millar de personas que había salido de de la capital húngara hacia la frontera austríaca.
Allí, en los andenes de la estación, se produjeron este jueves algunos enfrentamientos con la policía porque los refugiados rechazaron ser llevados a un centro de acogida.
Tras pasar la noche en el tren parado, unos 300 decidieron salir corriendo del lugar, algunos en dirección oeste, otros en dirección este, hacia Budapest.
Al parecer, los restantes 200 al final aceptaron ser trasladados en autobuses hacia el campo de acogida para ser registrados, asegura la prensa local.
Poco antes, los servicios de emergencia informaron de que un refugiado murió en Bicske tras sufrir un desfallecimiento.
Al mismo tiempo, en el sur del país, se produjeron varios incidentes entre refugiados y las fuerzas del orden en el centro de acogida de Röszke, cerca de la frontera con Serbia.
Primero unos 300 inmigrantes lograron salir del precinto del centro, para ser luego devueltos allí por la policía.
En otra protesta por las malas condiciones de vida y la extrema lentitud de los procedimientos de registro, la policía hizo uso de gases lacrimógenos y se produjeron varios forcejeos, según se desprende de las imágenes de televisión.
En los alrededores de la estación de Budapest Keleti siguen acampadas más de mil personas en míseras condiciones, con el único apoyo de una red de ayuda húngara y las aportaciones de los ciudadanos.
En la explanada que conduce a la entrada de la estación el ambiente era tenso y este viernes se produjo incluso una pelea, después de que extremistas de derechas, hinchas de la selección magiar de fútbol, arrojaran granadas aturdidoras a un grupo de refugiados.
La policía húngara intervino con rapidez y el incidente no pasó a mayores. No se ha informado de detenciones ni heridos.
Esta noche se disputa un partido de fútbol entre Hungría y Rumanía, calificado de alto riesgo por la rivalidad de los ultras de ambos bandos.