El senador por Texas Ted Cruz, la última esperanza que le quedaba al aparato del Partido Republicano para evitar la candidatura presidencial del magnate Donald Trump, al que consideran un advenedizo, se retiró de la contienda.
Cruz, del ala más conservadora del partido y uno de los mayores críticos de las políticas del presidente demócrata Barack Obama en el Senado, estuvo hasta el último momento denunciando precisamente la condición de «extraño» a los ideales republicanos de Trump.
Caracterizado por una lengua afilada y un discurso con tono de púlpito, horas antes de conocerse su derrota en las primarias de Indiana, el senador por Texas denunció por enésima vez que el magnate neoyorquino se identificó durante años con el Partido Demócrata, al tiempo que lo llamó «mentiroso patológico», «absolutamente amoral» y «el mayor narcisista que ha visto el país».
La espoleta de este último arranque contra el favorito republicano fue su insinuación, aludiendo a una foto publicada en un tabloide sensacionalista, de que el padre del senador pudo haber tenido algo que ver con el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Rafael Cruz «estuvo con Lee Harvey Oswald» antes de que a él lo asesinaran dos días después de la muerte de Kennedy, «yo creo que es horrible», dijo Trump sin llegar a hacer una acusación concreta, aludiendo a la fotografía del National Enquirer en la que aparece el acusado de matar al presidente junto a una persona que identifica como el padre del senador.
El padre de Cruz, un cubano de origen canario que emigró a los Estados Unidos en 1957 para cursar una licenciatura de ingeniería química, y que acabó por quedarse tras el triunfo de la revolución castrista, ha sido un participante muy activo en la campaña presidencial de su hijo, junto al cual ha sido frecuente verlo en las comparecencias públicas y para el cual ha hecho también campaña.
No en balde, Rafael Cruz es considerado un gran orador que con el tiempo abandonó la Iglesia católica y se convirtió en pastor evangélico, una influencia a la que muchos achacan el estilo mesiánico de la oratoria del senador texano, que por vicisitudes familiares nació cuando sus padres residían en Canadá.
Su hijo le debe a él, además de una ferviente fe cristiana evangélica, el haber estudiado en las más renombradas universidades del país, Harvard y Princeton, donde se graduó con honores de abogado y políticas públicas, después de lo cual, tras practicar la abogacía unos cuantos años, emprendió una carrera política que acabó por llevarlo a ser senador de Texas en 2011.
Quizá también influenciado por su entorno familiar ultraconservador, Cruz, a sus 45 años, se convirtió en una de las figuras emergentes del Tea Party, el ala más a la derecha del Partido Republicano, que hasta hoy tenía en el senador de origen cubano todas sus esperanzas de situar su ficha en la Casa Blanca tras los comicios del 8 de noviembre próximo.
Desde el anuncio de sus aspiraciones presidenciales (fue el primer republicano en anunciar su candidatura), Cruz centró su campaña en prometer acabar con el legado político de Obama, poner en primer plano los intereses de EEUU, fortalecer el Ejército y erradicar el terrorismo yihadista del Estados Islámico.
Un programa demasiado parecido al de Trump, con el que también coincidía en la idea de levantar un muro en la frontera con México.
Entre sus promesas estaba la de revocar el acuerdo nuclear con Irán, poner fin a la reforma de sanidad pública de Obama, conocido como el «Obamacare» y, como no, su política de deshielo con Cuba.
Precisamente, Cruz cobró notoriedad por primera vez por haber protagonizado el cierre parcial del Gobierno en 2013, al bloquear, haciendo gala de sus dotes oratorias en un discurso de más de 20 horas, la votación de los presupuestos en el Senado, exigiendo la retirada de los fondos destinados a la reforma sanitaria de Obama.
Otro de los elementos fundamentales de su programa era evitar las medidas migratorias impulsadas por el presidente estadounidenses para amparar a millones de indocumentados que corren actualmente el peligro se ser deportados, por considerarlas una «amnistía».
Asimismo, es un feroz crítico del sistema tributario, que cree que debería abolirse por desincentivar la iniciativa privada.
Con este credo, Cruz también contaba con simpatías de los sectores libertarios, muy alejados en muchos sentidos del Tea Party, pero que a la postre no fueron suficientes para derrotar a Trump.
Cruz está casado con Heidi, una alta directiva del grupo de banca de inversión Goldman Sachs ahora en excedencia y quien también ha sido blanco de los ataques de Trump, y tiene dos hijas con ella, Caroline y Catherine.