El extenso patrimonio cultural de Siria ha quedado destrozado o gravemente dañado tras ocho años de guerra civil que han alcanzado lugares emblemáticos como Alepo o Palmira y cuya reconstrucción a fondo no comenzará hasta que acabe el conflicto.
Las consecuencias de la lucha fraticida son visibles en los minaretes de Alepo, escenario de fuertes combates entre 2012 y 2016. La aguja de la mezquita otomana de Adliyé está ladeada y una grieta recorre desde la punta a la base uno de sus flancos.
Más de cerca, es difícil entender cómo este minarete del siglo XVI sigue en pie. «La mejor solución es reconstruirlo porque no está recto. Si hay un terremoto, por pequeño que sea, se vendrá abajo», ha comentado Bassil al Zaher, un ingeniero que participa en los trabajos de reparación de la Ciudad Vieja de Alepo.
En la madrasa de Halamiya, una catedral bizantina erigida sobre un antiguo templo romano que fue reconvertida en mezquita por un gobernante musulmán durante las cruzadas cristianas, parte de la cúpula se ha desmoronado. «Si sigue lloviendo, se deshará por completo», avisa Al Zaher.
Las heridas de guerra de la Ciudad Vieja se aprecian claramente desde los tejados de Saqatiyé, una zona restaurada del zoco. Las mezquitas de Kemaliyé, Siffahiyé y Tawashi, construidas entre la Edad Media y el siglo XVIII, lucen todas considerables daños.
La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) estimó el pasado mes de diciembre que el diez por ciento de los edificios históricos de Alepo han sido destruidos y más de la mitad tienen daños que van desde moderados a graves.
Sin embargo, esta valoración no tiene en cuenta las callejuelas repletas de tiendas y salpicadas por limoneros que dibujan la Ciudad Vieja y que también han sufrido los envites de la guerra. Ahora están llenos de escombros y de impactos de bala.
Cuadrillas locales han comenzado a retirar los cascotes y a restaurar algunos lugares. El Proyecto de Desarrollo de Naciones Unidas participa proporcionando algunos materiales. Así, poco a poco se ha ido recuperando la actividad comercial. Ahmed Sabbagh ha reabierto la tienda de pistachos que pertenece a su familia desde hace generaciones.
El grueso de la reconstrucción corresponde al Ministerio de Asuntos Islámicos, que carece del dinero necesario, ya que estos trabajos solían estar costeados por los mismos gobiernos occidentales que se han negado a donar fondos hasta que acabe la guerra.
La restauración es un asunto controvertido. En el caso de Estado Islámico, no hay duda de que la organización terrorista es culpable de gran parte de la destrucción del patrimonio cultural, pero Gobierno y rebeldes se culpan unos a otros de lo que podría constituir un crimen de guerra.
Los antiguos donantes prefieren esperar a que las eventuales responsabilidades penales se ventilen ante la Justicia, ya sea internacional o nacional, antes de financiar lo que será una titánica tarea.
«Si tenemos fondos soy optimista. Todo esto será restaurado», ha dicho Al Zaher. «Solo necesitamos dinero», ha enfatizado este vecino de Alepo.