Una mujer de origen alemán, que lleva 30 años viviendo en España, se ha convertido en la primera persona discapacitada en recibir la licencia para vuelo sin motor en nuestro país, después de siete años de intensa y tenaz lucha.
Elizabeth Heilmeyer comenzó su particular «batalla de los cielos» el mismo día en que sufrió, el 31 de mayo de 2003, un accidente practicando, precisamente, su mayor pasión: vuelo sin motor en la Escuela de Vuelo Senasa de la localidad toledana de Ocaña.
En aquél accidente, Heilmeyer quedó parapléjica, mientras que su compañero de vuelo tuvo la fortuna de resultar ileso. Ambos cayeron a tierra cuando falló el mecanismo que impulsaba el aparato, hoy sustituido por el remolque desde avionetas.
Pese a que, en una entrevista con EFE, dice por tres veces que lo pasó «muy mal», Heilmeyer inició su peregrinaje por los despachos de Aviación Civil para recuperar la licencia de vuelo que perdió a raíz del accidente y que al final obtuvo por la única vía que la quedaba ante tantas «reticencias», la judicial.
Paradojas de la vida, la propia Heilmeyer, antes de su accidente, fue testigo de la llegada a la escuela de vuelo de un avión adaptado para que la gente con discapacidad motora pudiera volar.
«Me pareció una idea perfecta, pero jamás pensé que algún día podría necesitarlo», afirma.
De hecho, estando convaleciente en el Hospital de Parapléjicos, Heilmeyer aprovechó un fin de semana libre para hacer su primer vuelo desde el accidente, «tan contenta y feliz», y eso le trajo a la memoria los buenos momentos de antes y empezó a mejorar su estado anímico, dice.
«En el aire todos somos iguales, en el aire no me acuerdo de que no puedo mover las piernas, de un ascensor que no funciona o una rampa que es tan empinada que tengo que pedir ayuda para subirla», afirma Elizabeth agarrada a su «velero», enfundada en la chupa de una enfermera de Vietnam y con el brillo en los ojos.
Las personas con movilidad reducida en tierra «disfrutamos creo que mucho más» en el aire y ahora, afirma, «valoro muchas cosas en la vida, y vivo de forma, sin duda, bastante más intensa».
Empleada en Aldeas Infantiles y hoy colaboradora como traductora por mor de su accidente, Heilmeyer fundó la asociación «Sillas Voladoras» con el objetivo de lograr que las personas discapacitadas puedan obtener la licencia de vuelo.
La asociación tiene hoy 32 socios, de los que una docena son personas con discapacidad y de ellos, Heilmeyer calcula que unos siete quieren obtener la licencia y que, como ella hasta ahora, llevaban años de futiles intentos ante Aviación Civil.
Heilmeyer dice que «en prácticamente todos los países europeos, y en Estados Unidos la gente con discapacidad motora puede volar, no solo planeadores, sino avionetas, ultraligeros; en Francia incluso hay dos pilotos comerciales parapléjicos».
Estos argumentos no convencieron al principio al equipo de medicina aeronáutica de Aviación Civil, que le daban largas, hasta que Heilmeyer optó por otra vía más resolutiva.
Ella y un amigo abogado y también piloto de ultraligeros y avionetas recopilaron toda la documentación que regula este tema en los otros países e iniciaron un contencioso con Aviación Civil.
La solución vino al cabo de casi siete años, cuando a comienzos de este mes recibió por correo su ansiada licencia de vuelo.
Heilmeyer dice que nunca renunció a su empeño, a pesar de que sus amigos le animaban a que se fuera a Alemania, donde obtendría la licencia sin las trabas que le ponían en España, porque afirma que tenía «una obligación moral con este país».
«En todos estos años que he vivido en España he sido muy feliz; la gente me ha tratado muy bien y después del accidente se han volcado. Tenía clarísimo desde el primer momento que por eso tenía que luchar aquí y estoy orgullosa de haberlo conseguido», afirma.
Ahora, tiene muy claro lo que busca desde su asociación: seguir luchando «para que la gente que quiera sacarse la licencia de ultraligeros o de avioneta, o algún día de un avión comercial, le den esa posibilidad», afirma.