El arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, dijo ayer que el aborto y la eutanasia son la manifestación de un crisis «mucho más honda» en sus causas que la económica o la política, y ha invitado a las familias a ser la esperanza para Europa en una de sus horas «más dramáticas».
Durante su homilía en la misa de la Sagrada Familia celebrada en la Plaza de Colón de Madrid, una iniciativa del propio Rouco, el arzobispo ha opinado que no es posible ignorar a la familia si se quiere construir una sociedad libre, justa y solidaria.
«Siempre que se cuestiona o se niega la verdad del matrimonio y de la familia en la teoría y en la práctica, las consecuencias negativas no se hacen esperar» y, así, por ejemplo, «se ciegan las fuentes de la vida con la práctica permisiva del aborto» o «se banaliza con la eutanasia (...) la responsabilidad de vivir y de respetar la vida del prójimo», dijo Rouco.
Relaciones frías
Además, las relaciones sociales se hacen «frías y distantes», la sociedad se «envejece» y la crisis demográfica «amenaza y pone en peligro el futuro de nuestros marcos de vida y bienestar económico y social», agregó.
Todo esto está sucediendo en las sociedades europeas, según Rouco, para quien el aborto o la eutanasia son manifestaciones de «una crisis mucho más honda en sus causas que las que se detectan en los campos de la técnica y de la acción económica, social y política». Causas que, ha resaltado, «tienen que ver con la familia: con su fortaleza interna y con las posibilidades económicas, sociales, jurídicas y culturales de poder ser afirmada y realizada en la integridad de su verdadero ser, tanto en la sociedad como en la comunidad política».
Miles de fieles asistieron en Madrid a la Misa de la Sagrada Familia donde recibieron el mensaje que desde el Vaticano dirigió a las familias el papa Benedicto XVI, para instar a que sean «auténticos santuarios de fidelidad, respeto y comprensión».
Durante el rezo del Angelus, Benedicto XVI instó en su mensaje a las familias a ser «genuinos servidores del amor que acoge, acompaña y defiende la vida». El Pontífice alentó a vivir con renovado entusiasmo la vocación cristina en el seno del hogar, y a celebrar el valor del matrimonio y la familia.