Pedro Sánchez ha alcanzado los primeros cien días de su mandato al frente del PSOE volcado en recuperar la credibilidad para que el PSOE vuelva a ser una alternativa de gobierno y en regenerar la política ante los casos de corrupción que afloran en España.
Tras ganar con holgura las primarias a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, Sánchez tomó las riendas el 26 de julio en el congreso del partido en sustitución de Alfredo Pérez Rubalcaba, de quien heredó un PSOE desnortado por el peor resultado electoral de su historia, cosechado en las europeas de mayo.
En estos algo más de tres meses, Sánchez ha tratado de reflotar el buque socialista con una catarata de propuestas en distintos ámbitos, aunque las encuestas no reflejan por ahora síntomas claros de mejoría.
«Es muy poco el tiempo que tenemos para poner en marcha esta agenda de cambio», reconoció Sánchez en el último Comité Federal celebrado a mediados de septiembre.
El recuerdo aún presente en la ciudadanía de la herencia de la última etapa de José Luis Rodríguez Zapatero y la sombra de algunos casos de corrupción cercanos al PSOE, como el de los ERE de Andalucía y las tarjetas opacas de Caja Madrid, han lastrado el avance de Sánchez.
También le está haciendo de freno el auge de Podemos, del que el líder del PSOE ha marcado distancias por su populismo, aunque desde algunas regiones, como Andalucía y Comunidad Valenciana, piden no cerrar la puerta a que llegue a algún tipo de entendimiento ante lo que suceda en las elecciones municipales.
Consciente de la necesidad de volver a conectar con la gente como lo hace Podemos, una de las decisiones de Sánchez ha sido acercarse a la ciudadanía a través de asambleas abiertas para tratar de multiplicar el eco de su mensaje renovador.
Sánchez se ha empeñado en demostrar que será contundente ante todo caso de corrupción, expulsando a los militantes socialistas de las tarjetas opacas de Caja Madrid y aprobando un estricto código ético.
También ha publicado las cuentas internas y los bienes de todos los miembros de la Ejecutiva, para mostrarse ante la sociedad como «el partido más transparente de España», y ha defendido la dedicación exclusiva de los diputados y senadores.
Ante la polvareda levantada por el último caso de corrupción destapado con la Operación Púnica en varios ayuntamientos madrileños, Sánchez ha dado un paso más en su política de firmeza al descartar cualquier acuerdo con el PP al recriminar a Mariano Rajoy que está «asediado» por los casos de financiación ilegal.
Sánchez tampoco se ha mostrado flexible a pactar con el PP en otras áreas, tras negarse de plano a la elección directa de alcaldes y a la reforma de la ley del aborto, dos proyectos retirados que han sido vistos como 'victorias' en el PSOE gracias a la «oposición ciudadana» que pretende caracterizar su mandato.
En la crisis política de Cataluña, Sánchez sí se ha alineado con el Gobierno de Rajoy para rechazar la consulta del 9 de noviembre, aunque ha censurado su «inmovilismo» para buscar vías de diálogo.
Su propuesta ha sido acometer una reforma constitucional dirigida a implantar un modelo federal que contente a los nacionalistas, aunque sin llegar a ponerla sobre la mesa a la vista de que las posturas de los distintos partidos están muy distanciadas.
En el ámbito económico, el líder socialista ha mantenido una oposición frontal al considerar que la recuperación de la que hace gala el Gobierno ha sido a costa de que haya más desigualdad y precariedad.
Pedro Sánchez ha querido mostrar su antagonismo con las políticas de austeridad anticipando que derogará la reforma laboral si llega al poder y no apoyando al nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, rompiendo la 'tradición' de respetar los pactos europeos.
Sánchez asumió el liderazgo del PSOE gracias, en buena medida, a contar con el beneplácito de la presidenta andaluza, Susana Díaz.
Pero Díaz ha dado pie a pensar que la relación ha perdido química al no compartir con Sánchez algunas propuestas, como la de los funerales de Estado a víctimas de la violencia machista, y tener «estrategias» de comunicación distintas, después de que el líder socialista llamara al programa de crónica social «Sálvame».
También ha contribuido a generar recelos el que Díaz no haya brindado abiertamente su apoyo a Sánchez para las primarias a presidente del Gobierno en julio de 2015, lo que el PSOE andaluz justifica en la necesidad de mantenerse neutral.
Desde el entorno de Sánchez, piden tiempo, aunque siendo conscientes de que las elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina sin que se haya logrado recuperar aún la credibilidad perdida en la última etapa.