Un policía nacional de Viveiro (Lugo), Miguel Castro, logró salvar la vida de su hija mayor de tres años después de que se ahogara durante una clase de natación en una piscina.
«Estamos superando el susto», relata Castro a Antena 3 una semana después de los hechos que ocurrieron en una piscina de unos cinco metros de largo por quince de ancho.
«Algunos padres esperamos fuera y miramos a nuestros hijos a través de unas ventanitas que hay». Cuando llevaban sólo 15 minutos de clase Miguel decide buscar con la mirada a Valeria, pero no la encuentra. «No le di importancia porque desde el cristal no alcanzamos a verlo todo, así que pensé que estaría en algún punto ciego», recuerda.
De repente ve a una de las monitoras cargando un cuerpo inerte gritando: «¡Valeria, Valeria!». «En ese momento, arranqué lo más rápido posible al interior de la piscina y vi que mi hija era una toalla mojada, un cuerpo muerto, y eso que aún no le había visto la cara. Había silencio. Le arrebaté la niña a la monitora y al coger el cuerpo supe que no iba a estar bien. le di cuatro golpes escapulares y no reaccionaba. Entonces le di la vuelta y se me cayó la vida. La vi violeta, con los ojos cerrados, la boca oscura, no había vida, no respiraba, estaba recogiendo a mi hija muerta y lo único que me preguntaba era ¿qué ha pasado en 15 minutos?», cuenta todavía con angustia a ese medio.
La madre de Valeria también se encontraba en el lugar con el bebé de cuatro meses y no podía más que llorar.
«Empecé a echarle aire por la boca, le hice compresiones, insuflé y, a la tercera, respondió: el pecho se movía, empezó a parpadear, respiraba y de pronto rompió en llanto y decía ¡papi, mami!», relata el policía.
Una semana después, Miguel reconoce que aún tiene pesadillas: rememora que no es capaz de realizar la RCP a su pequeña. Hasta ahora no le había tocado hacer una RCP real. «Nunca pensé que la primera iba a ser a mi hija», comenta.