La gastronomía y la pintura son dos ‘artes' que están más relacionadas de lo que parece. Por ejemplo, los bodegones son uno de los elementos más inmortalizados por los pintores de todas las épocas. Además, en ambas disciplinas se trabaja con texturas y colores y, aunque la parte gustativa sea irrelevante en pintura, otros sentidos como la vista sí que son fundamentales para ambas. Pero donde más confluyen estas dos materias es que tanto el cocinero como el pintor buscan transmitir emociones. Y Santi Taura no es una excepción.
El cocinero del restaurante Dins, en el hotel El Llorenç, de Palma, comenzó a pintar hace más de 20 años por una cuestión estrictamente práctica: «Tenía que llenar las paredes de mi casa y como no me gustaba nada de lo que me podía permitir con mi presupuesto me decidí a pintar. Pregunté a un amigo que pintaba qué necesitaba y comencé».
Con un estilo que el propio chef no sabe cómo definir, aunque algún admirador le ha dicho que se asemeja un tanto a Miquel Barceló –algo que al cocinero de Lloseta le produce carcajadas por lo exagerado–, Taura ha ido practicando esta afición a intervalos irregulares. «Pinté mucho para decorar mi primer restaurante y en esa época vendí bastantes cuadros. El último fue a parar a una Conselleria tras la Nit de l'Art, pero no sé a cuál. Ahora hay algunos también en Dins».
El cocinero reconoce que le produce mucho orgullo cuando le preguntan por los cuadros de su restaurante: «Me pongo igual de contento que si un cliente alaba uno de mis platos. Y luego también se sorprenden de que los platos de cerámica donde se sirve el menú también hayan sido pintados por mí. No creo que en muchos restaurantes pase esto».
Taura ha habilitado su antiguo restaurante de Lloseta, ubicado justo debajo de su vivienda, para montar allí su estudio. «No tengo una hora fija para pintar. Si se me ocurre algo, bajo y puedo estar cuatro horas sin parar». La música le ayuda a concentrarse y lo mismo puede escuchar un grupo de metal, que ritmos cubanos o Antònia Font.
Ocho cuadros
Desde que comenzó el estado de alarma ha pintado ocho cuadros, algunos de gran formato. En su temática predominan los paisajes o los motivos gastronómicos, como una gallina, un caproig o un campo de ajos. Esta última obra es la que cuenta con más parecido con Barceló y la que más le gusta a su autor.
«Me halaga que me digan que algunas de mis obras les recuerdan a Barceló, que por cierto es mi artista favorito. Ha venido al restaurante y me firmó un libro. En esa época no tenía expuesto ningún cuadro mío. Y casi fue mejor. Si llega a decir que no le gustaba no le hubiera dicho que yo era el autor», comenta entre risas.
Al cocinero le han llegado diversas ofertas para exhibir sus obras. «Hay gente que sabe que pinto, pero hasta ahora no tenía material. Ahora que ya he juntado varios cuadros los expondré en el Espai Mina Tres de Lloseta y en noviembre en otra exposición».