La violencia de género no es «que te den palizas dentro de casa de forma sistemática». Eso es agresión y tortura física. La violencia de género es algo mucho más complejo y su esencia radica en la preservación de un orden social prestablecido, es decir, una organización desigual en la que ellos disfrutan de los derechos y ellas cargan con las obligaciones.
Violencia de género es el principio por el cual una mujer tiene más probabilidades de sufrir violencia dentro de una sociedad patriarcal. No es lo mismo que la violencia de pareja, que puede surgir a la inversa y en la cual los hombres quedan desprotegidos ante la ley porque no se contempla este supuesto. Igualmente, puede surgir de un padre a una hija o un tío a una sobrina, es decir, familiares consanguíneos y de diferentes generaciones. Es más, en muchas más ocasiones de las que nos gustaría reconocer, incluso de una mujer a otra, como suele suceder de suegra a nuera e incluso de madre a hija.
Es el principio por el cual a una mujer se procura ponerla en su sitio inmediatamente cuando transgrede alguna norma socialmente normalizada y se considera aceptable someterla a este tipo de presiones. Por el contrario, si la susodicha se niega a ceder, enseguida se inicia un complot social por el cual se excluye a la persona por no perpetuar un orden social que la perjudica e incluso se la acosa de forma sistemática de diferentes formas, incluso con largas conversaciones llenas de consejos cargados de «buena intención» y todo tipo de indirectas.
En la sociedad actual, ser una mujer independiente y con ideas propias sólo está bien visto en el ámbito laboral. Cuando se trata de convivencia, pareja, cuidado familiar y administración económica, empiezan las trabas. La idea de que al establecerte con una pareja tu individualidad se desvanece sigue estando viva, pues estamos acostumbrados a que las mujeres sean menos ambiciosas que los hombres en su desarrollo laboral o personal, como si la vida en pareja fuese nuestra única meta en la vida y que estamos obligadas a preservarla renunciando a nuestra individualidad. Por ello se responsabiliza a la mujer del éxito en la continuidad de sus relaciones de pareja.
La política española trata de adaptarse a las exigencias de la Unión Europea promoviendo la evolución social y, en consecuencia, el progreso, a través de la ley, tratando de limitar la desigualdad que dificulta el desarrollo pleno de la mitad la sociedad, en este caso, las mujeres. Sin embargo, las leyes actuales que pretenden proteger a las víctimas de la violencia de género, distan mucho de lograr su objetivo. Tal es así que somos muchas las víctimas no reconocidas de la violencia de género. Tanto porque no se denuncia como porque se archivan los casos por falta de pruebas.
En el sistema actual, denunciar violencia de género supone que se analice y juzgue a la víctima en su totalidad, que se permita que el acusado la humille frente a una institución pública, puesto que suelen basar su defensa en desacreditar sistemáticamente a la víctima, permitiendo una revictimización de la denunciante. Asimismo, existen casos de denuncias y testimonios falsos que sólo hacen que perjudicar a las mujeres al restar credibilidad y contundencia a la hora de superar la desigualdad en la que nos desenvolvemos, pues la incapacidad que muestran estas mujeres para obrar de forma consecuente, pone de relieve que la sociedad quizás no esté madura para tal cambio.
Erradicar el machismo con leyes diseñadas en su mayoría por hombres es como que un buceador diseñe un traje de astronauta. La ley actual no protege, expone. No nos ayuda a superar lo vivido ni a sanar nuestras heridas emocionales, sino que las abre una y otra vez. Nos obliga a poner a nuestros hijos en riesgo y si nos negamos, se nos sanciona. Nos obliga a vivir pendientes de una persona que no merece que formemos parte de su vida y no nos permite dejarla atrás, en el pasado, donde le corresponde.
Pretender una evolución social a través de leyes llenas de lagunas, es un despropósito. Por eso considero que la próxima vez, en lugar de denunciar y perder años de mi vida, me tomaré la justicia por mi mano. Al fin y al cabo, que las mujeres se defiendan es la erradicación definitiva de la violencia de género, pues la base del abuso es que a la víctima la han condicionado para que no lo haga. Y está claro que defenderme utilizando las leyes, no funciona.