El fenómeno no es nuevo pero, lejos de mitigarse, sigue aumentando año tras año. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos a los ciudadanos de Balears residentes en el extranjero reflejan un incremento, entre 2009 y 2016, del 66,9 por ciento. Este movimiento migratorio está motivado por la evolución de la crisis económica, que ha provocado que sean ya 8.442 las personas de Balears residentes en el exterior en el último ejercicio. A esta cifra hay que añadir todas aquellos individuos que optaron por regresar a sus países de origen ante la falta de un horizonte ocupacional en las Islas. La recesión ha castigado y sigue haciéndolo con una intensidad preocupante a la sociedad balear.
Una nueva emigración. La nueva corriente migratoria tiene, evidentemente, unas características muy diferentes a las que se registraron en las oleadas del pasado siglo. En la actualidad, la salida a la búsqueda de nuevas oportunidades está protagonizada por jóvenes con una elevada preparación académica que no encuentran ofertas profesionales en las Islas o en España. Existe, también, otro grupo significativo de residentes extranjeros que prefieren regresar por el cierre de las puertas laborales. Son perfiles diferentes pero tienen una misma razón para abandonar las Islas: la falta de perspectivas de futuro.
Afrontar la realidad. Frente a este análisis hay que recordar algunas de las peregrinas reacciones de los políticos gobernantes, que incluso banalizaban la salida al exterior de nuestros jóvenes. Preparados en nuestros centros escolares y universidades acaban ofreciendo sus conocimientos en el extranjero, un claro fracaso colectivo cuyo impacto no puede minimizarse. En todo caso, lo más preocupante es que la dinámica no se detiene. La curva ascendente se mantiene sin que haya una reacción institucional que trate de frenar esta indudable sangría laboral. El fenómeno es el reflejo de una crisis ante la que es preciso reaccionar.