Se na de las escasas coincidencias que repiten los principales líderes políticos tras las elecciones del domingo es que hay que evitar, a toda costa, unos nuevos comicios. Los resultados del 26-J señalan al Partido Popular como un claro vencedor en las urnas, circunstancia que le obliga a responsabilizarse de la búsqueda de apoyos parlamentarios –no obtuvo la mayoría absoluta– para la investidura del próximo presidente del Gobierno. Esta debería ser la prioridad en la que deberían volcarse todos los líderes políticos. Prolongar la interinidad del Ejecutivo en nada beneficia a los intereses de España.
Ajustar plazos. La farragosa tramitación previa a la inauguración de la nueva legislatura no ayuda a salir, cuanto antes, de la actual provisionalidad del Gobierno, que limita su capacidad de respuesta en los principales foros internacionales, además de demorar decisiones urgentes en materia de política económica, como ya se exige desde la Unión Europea. Por eso, es imprescindible requerir la colaboración de todas las formaciones para acelerar la investidura del próximo presidente y que se constituya un nuevo Gobierno, tarea en la que deben implicarse también aquellos a los que las urnas han encargado la también imprescindible tarea democrática de control desde la oposición.
Imponer la sensatez. Aceptar que de ningún modo puede instalarse un bloqueo que impida la investidura del nuevo presidente supone aceptar que será preciso poner sobre la mesa de negociación importantes dosis de flexibilidad y voluntad de acuerdo. No es el momento de vetos personales –y menos a quien lidera el partido vencedor del 26-J– y sí el de pactos sobre programas que aporten soluciones a los principales problemas del país, entre los que –además del paro– figura la corrupción. Es en momentos como los actuales cuando se pone a prueba la talla de los políticos, cuando se debe ser capaz de anteponer el interés común del país a los personalismos y el puro partidismo.