En los últimos días se han evidenciado serios problemas de coordinación y comunicación entre los diferentes departamentos del Govern, circunstancia preocupante en la medida que significa la repetición de errores del pasado que la presidenta Armengol se había comprometido a no repetir. De hecho, en el reciente debate general sobre el estado de la Comunitat, la jefa del Ejecutivo se ponía a ella y su equipo como ejemplo de diálogo. Pero la realidad no avala sus palabras: entre los propios socios se hacen reproches públicos que cuestionan proyectos tan trascendentales como la reforma del complejo de Son Dureta o decisiones tan delicadas como la retirada en algunos de los procesos abiertos contra el expresidente Matas. El apoyo a determinadas iniciativas comerciales, como la inauguración de una nueva gran superficie, también ha generado críticas internas.
La incomunicación. El equipo que encabeza Francina Armengol adolece de una grave incomunicación que afecta tanto a los partidos que lo integran, PSIB y Més, como a su apoyo externo, Podemos. Aunque no se plantean, de momento, cuestiones graves que afecten a la estabilidad institucional, lo cierto es que el Pacte está ofreciendo una imagen de falta de cohesión, incapaz de superar los recelos y desconfianzas que hundieron alianzas similares en el pasado. Los protagonismos, políticos y personales, se están adueñando de la imagen que el Govern transmite a los ciudadanos; una dinámica de la que nadie sale beneficiado y que en último término siempre perjudica a los ciudadanos.
Ejercicio de autocrítica. Una presidenta a la que su socio en el Govern le cuestiona su propuesta para Son Dureta, a la que el alcalde de la capital balear le reprocha su apoyo a un gran centro comercial, o que tiene que confesar que ignora la decisión de la Abogacía con respecto al expresidente Matas no transmite una sensación de liderazgo en el Govern. Armengol debe reflexionar si quiere corrigir los errores.