El Rey pronunció anteanoche un discurso excepcional, un mensaje de respuesta a los últimos acontecimientos ocurridos en Catalunya. A modo de conclusión defendió la «serenidad y determinación» para resolver un conflicto cuya responsabilidad atribuyó, en exclusiva, a los dirigentes de la Generalitat catalana, a los que no dudó en señalar «al margen del derecho y la democracia». En todo momento, el jefe del Estado defendió las vías de la Constitución como las únicas válidas para encauzar las aspiraciones políticas de los ciudadanos catalanes, al tiempo que reiteró su papel como garante de la unidad y permanencia de España. También hubo una mención especial de apoyo a los ciudadanos que, en Catalunya, no comparten las ansias secesionistas de las instituciones y de parte de la población.
La puerta del artículo 155.
El tono y la argumentación de don Felipe, coincidente con las tesis del Gobierno, avaló la que ya se considera como inminente intervención de la autonomía catalana, tal y como permite el artículo 155 de la Carta Magna. Una decisión que tendría como principal objetivo neutralizar la declaración unilateral de independencia. Es la opción que reclama Ciudadanos y que el presidente Rajoy trata de consensuar con otras formaciones políticas. La cuestión de fondo es si esta fórmula resolverá o agravará más todavía, si cabe, la tensión que se vive estos días en Catalunya tras el fallido referéndum ilegal del pasado domingo y las cargas policiales.
La herida sigue abierta.
Las palabras del Rey anteanoche no aportaron ninguna modificación de las posiciones ya conocidas de antemano, pero era importante que el monarca abandonase su papel habitual de espectador de la política española para ejercer una posición mucho más contundente ante el desastre provocado por la Generalitat.