El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene en ciernes una nueva crisis política a cuenta de los comentarios de su ministra de Justicia, Dolores Delgado, por los comentarios homófobos que hizo en el transcurso de un almuerzo en el que estaba presente el excomisario José Manuel Villarejo –en la actualidad en prisión e involucrado en diversos asuntos de corrupción política–. Delgado, entonces fiscal de la Audiencia Nacional, llamó «maricón» en tono despectivo a su actual compañero en el Gabinete y titular del Ministerio del Interior, Fernando Grande-Marlaska. La polémica se ha agravado con la petición de la dimisión de la ministra formulada por el portavoz y secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.
Comentarios inapropiados. La grabación de la conversación de Dolores Delgado, en la que había otros fiscales de la Audiencia Nacional con el turbio comisario Villarejo, contiene comentarios inapropiados realizados, cabe suponer, en el marco de una reunión distendida y, por supuesto, sin conocimiento previo de que estaba siendo grabada. El propio Grande-Marlaska ha disculpado a su compañera en el Gobierno y cabe suponer que zanja la cuestión personal, pero no cierra la derivada política de este asunto; agravada por las múltiples versiones ofrecidas en pocos días por la ministra.
Inaceptable falta de transparencia. Desde el Ministerio de Justicia, Dolores Delgado, ha tenido de desmentir sus propias versiones sobre el encuentro, al final resultaron ser tres, con Villarejo. Primero nunca había hablado con el comisario encarcelado, luego sólo en una ocasión y al final fueron tres. Ahora la argumentación se basa en un montaje de los audios. La cuestión es cuestionar la veracidad de las informaciones publicadas, en esta ocasión por el digital moncloa.com, para no tener que asumir los hechos. Este es el gran error de la ministra Delgado y por el que sí debe pagar un precio político. El engaño no tiene perdón.