La esperpéntica, caótica e inédita situación que vive el Parlament por la crisis que protagonizan los ocho diputados de Vox provoca el estupor y la perplejidad de los ciudadanos y al mismo tiempo degrada la primera institución política de las Islas, con directa repercusión en el Govern de la Comunidad Autónoma. El grupo que se formó en la Cámara tras las elecciones del 28 de mayo está fragmentado hoy en tres facciones, con cinco diputados rebeldes –Idoia Ribas, Sergio Rodríguez, Agustín Buades, Manuela Cañadas y María José Verdú–; dos parlamentarios oficiales –Patricia de las Heras y Gabriel Le Senne–; y el menorquín Xisco Cardona, que formalizó su baja ante la negativa a aprobar el techo de gasto para los Presupuestos de 2024. La expulsión del grupo parlamentario del presidente del Parlament, Le Senne, y de la presidenta de Vox Balears, De las Heras, motivó la suspensión cautelar de militancia de los cinco diputados díscolos, que se niegan a acatar las instrucciones de Santiago Abascal.
Reproches e incertidumbres
El Parlament volvió a vivir este pasado martes una sesión plenaria con reproches, advertencias y descalificaciones que evidenciaron la ruptura total de la dirección de Vox con los diputados amotinados. Entre las muchas cuestiones sin resolver, destaca quién desempeñará la presidencia del Parlament: si continúa en manos de Le Senne o si será ejercida por un diputado del PP. Incertidumbres y dudas que afectan el normal desarrollo de la actividad parlamentaria.
Gobernabilidad y estabilidad
En este laberíntico escenario, el PP balear y la presidenta Marga Prohens intentan mantener el tipo para garantizar la gobernabilidad y estabilidad del Govern. Aunque existen diversas conjeturas sobre el futuro, aliarse con los cinco tránsfugas no parece el mejor camino para Prohens, que quizás explore la posibilidad de gobernar en minoría, lo que le obligaría a constantes vaivenes y cesiones; o bien, si persisten los problemas que ha creado Vox, convocar unas elecciones anticipadas. De momento, continúa el esperpento.