Frontex, la Agencia Europea de Fronteras, prevé que en el segundo semestre del año, la ruta de pateras desde Argelia a Balears y el Levante peninsular dispare su actividad. Con esta vía abierta ya en niveles máximos y con un crecimiento sostenido desde 2022, ese presagio plantea un desafío en los próximos meses para las autoridades implicadas en gestionar el flujo: fuerzas y cuerpos de seguridad y servicios sociales.
El punto débil de la frontera.
Ahora mismo, Argelia es el único punto débil de la frontera entre el norte y el sur del Mediterráneo. La política de la UE y sus miembros en los últimos años ha ido cerrando otras vías negociando con los gobiernos del Magreb y con pagos a cambio de control de fronteras. Así, Italia ha cerrado los flujos desde Libia y Túnez que saturaron Lampedusa; Marruecos se ha convertido en una frontera clave y, en los últimos meses, el Gobierno de España ha logrado limitar las llegadas a Canarias gracias a su acción con Mauritania. ¿Qué queda? Argelia, que rompió relaciones diplomáticas en el año 2022 tras el cambio de postura española en torno al Sáhara Occidental y que dejó entonces de aceptar devoluciones de migrantes. Mientras, la situación de inestabilidad en África continúa con conflictos en Mali o Sudán. Así, la que era una ruta que empleaban en exclusiva jóvenes argelinos ha pasado a acoger otras nacionalidades. Incluso personas desde Somalia o Bangladesh. También han aumentado el número de menores y mujeres en las pateras.
Cambios en la ruta.
La mayor parte de estos migrantes no quieren quedarse en Balears sino seguir su ruta. Sin embargo, un aumento descontrolado de las llegadas puede cambiarlo todo. La situación no llega ni de lejos a lo vivido en Canarias en los últimos años pero conviene tomar nota y aprender de sus errores. Se necesitan recursos y colaboración entre administraciones. Por motivos humanitarios y de seguridad.