Ignacio Garriga, secretario general de Vox, aseguró este pasado miércoles en su visita a Palma que «quiero pedir perdón a todos los que confiaron en Vox en las elecciones nacionales y han tenido que ver episodios bochornosos por algunos que se presentaron tras las siglas del partido. Los que se disfrazan y vienen a hacer políticas del PP o de la izquierda no tienen cabida aquí. No se colará ningún estafador más». Apenas 24 horas después, la exdiputada de la formación en Balears, Idoia Ribas, decidió responder con dureza a su antiguo compañero. La política, que dejó recientemente el partido, ofreció una rueda de prensa en la que denunció públicamente, entre otros asuntos, haber sufrido «presiones» para transferir a Vox ingentes cantidades de dinero público. Se trata de parte de las que se asignan al grupo parlamentario y, en lugar de destinarse a su funcionamiento, es enviado a Madrid y este lo pasa a la Fundación Disenso, de la que Santiago Abascal es presidente vitalicio. En sus palabras, «Vox se ha convertido en una estafa piramidal con estructura de secta», llegó a decir públicamente sin ningún tipo de pudor ni miramiento.
Denuncias muy severas
Llegados a este punto, a nadie se le escapa que las afirmaciones de Idoia Ribas podrían imputar una conducta delictiva en la cúpula de la formación ultra, sobre todo por los supuestos desvíos de importantes cantidades de dinero para fines ajenos a cuestiones meramente políticas. La Justicia, pues, debería actuar de oficio y aclarar si es necesario abrir una investigación.
De espectáculo en espectáculo
Sea como fuere, lo cierto es que la batalla interna en la que se encuentra inmerso el partido de extrema derecha en Baleares admite pocas comparaciones. Idoia Ribas, que apareció en rueda de prensa junto a otros dos díscolos –Agustín Buades y Maite de Medrano–, asestó esta vez un golpe especialmente duro y apuntó hacia lo más alto de la cúpula. Sus acusaciones son tan graves que no pueden pasar inadvertidas.