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Editorial

Una tierra de inmigración

Noticias como la de esa niña zaireña de cuatro años que ha sido lanzada desde Marruecos a la valla de Ceuta para que pueda reunirse con su padre nos dan que pensar. El tema de la inmigración "ya lo vivieron nuestros padres y abuelos" es una de esas cuestiones que parecen que nunca te van a pasar a ti y se limitan a convertirse en problemas ajenos.

Pero no es así. España, tras décadas de ser un país de emigración, se ha convertido en receptora de inmigrantes que buscan aquí lo que su lugar de origen no puede proporcionarles. Ése es su único delito: buscar una vida mejor para sus hijos.

Y ahora mismo Balears, por su elevado ritmo de crecimiento económico, está recibiendo inmigrantes a raudales. Llegan de otros países, casi todos africanos, y se emplean en la construcción, ávida de mano de obra.

El caso es que, de continuar este ritmo, las Islas acogerán en los próximos años "hasta el 2013" nada menos que cuatrocientos mil inmigrantes nuevos, que vendrán a cubrir las vacantes de los 560.000 empleos que se crearán hasta esa fecha.

La noticia en sí es excelente, pues nada hay más hermoso que crecer, dar empleo y acoger a gentes de cualquier parte del mundo que quieran hacer una vida aquí. El problema es que la inmigración se hará sin orden ni concierto y todos esos miles de personas llegarán y no encontrarán la acogida que merecen.

Por eso hay que saludar con entusiasmo la iniciativa del Govern de poner en marcha para el próximo mes un foro de inmigración que pretende aclarar las dudas al respecto y dar los pasos necesarios para integrar a toda esa gente.

Balears ha sido siempre tierra de mestizaje, acogedora y afable, y debe seguir siéndolo, ofreciendo a los que lleguen vivienda, sanidad, educación y todos los derechos de que disfrutamos los demás.

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