En esta España que vivimos, ni siquiera una jornada festiva como la de ayer, en la que se conmemoraba nada menos que el 21 aniversario de la Constitución, pudo celebrarse con tranquilidad, con sosiego y espíritu de unidad entre los políticos. Los actos previstos en el Congreso de los Diputados contaron con reconocidas ausencias, entre ellas las de los tres partidos nacionalistas vascos, PNV, EA y Euskal Herritarrok, algo comprensible, pero también faltaron Jordi Pujol y el líder del Partido Socialista, Joaquín Almunia, que acudía en esos momentos a un acto en Burgos.
Los representantes del Partido Popular aprovecharon la circunstancia para aludir a esa ausencia de Almunia, con lo que provocaron la respuesta airada de otros líderes socialistas.
El caso es que una jornada que debía ser de felicitación, de fiesta, de celebración de un hecho casi inédito en la larga historia de nuestro país, que una constitución cumpla 21 años, se convirtió en lo que suele convertirse cada día que pasa en esta prolongadísima precampaña electoral: en un tiroteo de acusaciones entre políticos.
Pobre imagen la que dan nuestros representantes en un Congreso de los Diputados que en vez de ser un foro en el que se debaten las soluciones a los problemas de este país parece más bien una plaza en la que los unos torean contra los otros.
Y por si esto fuera poco, la cuestión vasca "que no hay día que no asome la nariz a las páginas de actualidad política" estuvo también ayer bien presente en la jornada de la Constitución. Los peneuvistas reivindicaron las reformas constitucionales que ya pidieron hace 21 años y los batasunos rechazaron una vez más el texto legal como «el marco jurídico-político que mantiene secuestrada la voluntad política y divide el territorio de Euskal Herria». O sea, cada loco con su tema.