A pesar del intenso intento de justificación realizado por el equipo municipal de gobierno, la fórmula elegida para la implantación de zonas azules en la ciudad de Eivissa no ha logrado convencer a todo el mundo. De hecho, aparte del grupo popular, muchos son los que no entiende ni justifican el precio determinado para cada hora de estacionamiento en las áreas establecidas para ello. Señalan, con un criterio justificado, que el Ayuntamiento muestra un intenso afán recaudatorio al mismo tiempo que trata de disuadir del aparcamiento prolongado. Si de lo que se trata es de favorecer la movilidad de posibles plazas de párking, entonces el precio de la hora tendría que ser simbólico, porque lo que importa es generar la dinámica de rotación que falta. La educación de los conductores y la amenaza de sanciones por parte de la Policía Local ayudarían a cumplir los objetivos. Pero parece que el proceso seguido para planificar las zonas azules no ha sido éste, y oposición y ciudadanos lo notan. De nada sirve, además, que se sepa que al Ayuntamiento no le vendría mal un poco más de liquidez, porque lo que todos quieren es una menor presión impositiva.
Sin embargo, no todo es tan criticable. Al menos, el Consistorio de Eivissa sí ha conseguido dar la sensación de que se tienen en cuenta las múltiples circunstancias que han convertido la ciudad en sumamente incómoda: la congestión del tráfico; la carencia de transporte público adecuado a las características no sólo de la propia ciudad sino de toda la isla; la inexistencia de alternativas al aparcamiento en el centro, y el propio estado de aceras y calles. Para solucionar estos problemas también existen medidas, que éstas tardarán en dar resultado. De todas formas, hay que recordar que no todas las soluciones pasan por el Ayuntamiento; pasan por todos nosotros, responsables del uso racional de los vehículos, que son, cómo no, los que hacen impracticable la ciudad.