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Editorial

Un hospital entre la realidad y el deseo

Acabadas las elecciones generales, el proyecto para que Formentera cuente con su propio centro hospitalario, utilizando el término al uso, entra en una nueva fase. A pesar de lo que digan los responsables políticos más cercanos al ciudadano insular, los criterios que en Madrid utiliza el Ministerio de Sanidad dejan en el aire un proyecto que la propia historia de Formentera señala como algo necesario.

La isla debe contar con una serie de servicios hospitalarios que, dentro de unos márgenes de utilidad y rentabilidad social, acaben con inconvenientes que no se corresponde con el estado de bienestar derivado de un nivel de renta como el de Balears. La propia historia personal del alcalde de la isla, Isidor Torres, baja al terreno de lo real un debate que hasta ahora ha tenido mucho de político. Torres encarna la situación que un problema prolongado de salud puede provocar en las personas y en las familias. Es una situación que tiene que tener algún tipo de respuesta, y ésta, además, tiene que ser rápida. No se trata de que en esta isla tenga que establecerse una infraestructura paralela a la del hospital de Can Misses, pero sí de que disponga de unas instalaciones adecuadas a las necesidades que tiene la población.

Esta semana tiene que producirse la primera reunión de la comisión mixta que debe estudiar con detenimiento la solución a una situación atascada. Los números deben hablar, pero también no sólo ellos. Saber y comprender lo que pasa en una isla que aporta mucho a la economía insular y nacional también tiene que pesar si se quiere, de verdad, actuar con justicia y sentido común.

Con todo, aunque se dé luz verde a las mejoras, Formentera no lo tiene fácil. No será sencillo encontrar personal cualificado que quiera trasladarse a la isla, como no lo es ni para Eivissa ni para Mallorca ni para Menorca.

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