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Editorial

La torpe ambigüedad de la UE

A falta de dos semanas para que se celebren las elecciones generales en Serbia, la ambigüedad preside la actitud adoptada por una Unión Europea que ha demostrado ya sobradamente que no sabe qué hacer con el régimen de Belgrado, una suerte de autocracia personificada en el presidente Milosevic. Por un lado, desde la UE les han llegado a los serbios promesas en el sentido de que si triunfara en las elecciones la oposición a Milosevic, se levantarían inmediatamente las sanciones. Mientras que, por otro, los Quince han aireado públicamente la escasa confianza en la limpieza del proceso electoral serbio, y se han negado a legitimarlo hasta el punto de no haber enviado observadores al mismo. ¿En qué quedamos, existen o no existen posibilidades de que la oposición se pueda imponer a Milosevic en las urnas? Porque en caso de no existir resulta absolutamente ocioso hacer promesas. Recordemos al respecto que desde el inicio de la crisis de Kosovo, Serbia está sometida a embargo petrolífero, viéndose mermada igualmente la práctica totalidad de las relaciones económicas. Una medida que, como suele ser frecuente en estos casos, no da los resultados apetecidos y acaba por convertirse en un castigo a la población civil a la que se pretende ayudar. Entendemos que no es fácil que la UE adopte una postura definida, especialmente después del tiempo transcurrido desde la intervención militar contra el régimen yugoslavo. A Europa le falta autoridad, moral y efectiva, en todo lo concerniente a esta cuestión. Pero esas son precisamente razones que deberían inducir ahora, ante los comicios del próximo día 24, a actuar con una mayor coherencia y firmeza. No se puede ofrecer un levantamiento de las sanciones, en caso de derrota electoral de Milosevic, si se tiene la certeza de que las elecciones carecerán de toda fiabilidad democrática, por más que las encuestas "ciertas encuestas" pronostiquen una victoria clara de la oposición. Ya que hacerlo, amén de resultar perjudicial para los intereses del pueblo serbio, redunda en un desprestigio aún mayor de una Europa que ha fracasado en ésta como en tantas otras empresas.

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