Las relaciones entre España y su vecino del sur, Marruecos, siempre han sido difíciles y han estado tradicionalmente teñidas por el velo de la desconfianza. No en vano la economía del reino alauita depende en gran medida de sus exportaciones hacia el norte y de la llegada de dinero de sus emigrantes en Europa "goza de un trato preferencial con la Unión Europea", mientras que desde Madrid se mira hacia el sur con cautela por tener allí asentadas las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que los marroquíes ven casi como suyas. Nunca ha sido fácil negociar con Rabat las condiciones de asuntos comunes, desde la emigración a la pesca, pero ahora la cosa parece ponerse aún más negra. La Unión Europea se ha mostrado incapaz de llegar a un acuerdo pesquero con Marruecos después de casi un año y medio de negociaciones. Los más perjudicados serán los pescadores españoles, sobre todo los andaluces, que se encuentran a merced de la capacidad negociadora de comisarios y emisarios europeos. El país norteafricano, lejos de quedarse «a dos velas», se ha adelantado a los acontecimientos y ha firmado acuerdos de pesca con Japón, Corea y Holanda, que capturan a sus anchas el producto de los caladeros que fueron descubiertos por españoles.
La respuesta de Madrid ha sido exigir la reconversión "palabra maldita" de la mitad de la flota pesquera andaluza, sobre todo la de bajura, y estudiar la posibilidad de encontrar nuevos caladeros. Un desastre para los pescadores "hay cuatro mil empleos directos y 15.000 indirectos afectados", que se ven ya en el paro, dependiendo de las limosnas de Bruselas y llevando sus barcos al chatarrero. Nosotros, los consumidores, también veremos cómo sube el precio, al menos un 25 por ciento, y cómo se vacían los escaparates de las pescaderías.