Todos los partidos políticos representados en el Parlament balear se han puesto de acuerdo, por una vez, en una propuesta que quizá extrañe a más de uno. Se trata de solicitar al Ministerio de Sanidad, en Madrid, que autorice el uso terapéutico de la marihuana, de forma que los enfermos que se ven obligados a soportar durísimos tratamientos contra el cáncer y el sida puedan amortiguar sus efectos secundarios "dolores e inapetencia, sobre todo" a base de esta sustancia, hoy prohibida.
La idea tiene su enjundia, porque resulta sorprendente que partidos tan diferentes se den la mano por una vez, precisamente en un tema que a algunos puede parecerles escandaloso. No lo es, desde luego, pues en medicina se hace uso habitual de miles de sustancias mucho más tóxicas que ésta "como la morfina" y nadie ha pedido su ilegalización, aunque también es justo admitir que hay médicos que se muestran contrarios a la propuesta por considerar que sus efectos perjudiciales superan a los positivos. Lo que ocurre es que al cannabis le persigue una leyenda negra, por su identificación popular con la droga, pero sus efectos calmantes, antináuseas y estimulantes del apetito están más que demostrados.
Quizá el problema que pueda derivarse de este asunto, si Sanidad llega a aceptar la sugerencia balear "antes lo ha pedido también Catalunya" sea el cultivo, el transporte y el abastecimiento de marihuana para los centros médicos. Puesto que se trata de una sustancia prohibida que alcanza elevados precios en el mercado negro, será necesaria una estrictísima regulación de su producción. Pero, en fin, no adelantemos acontecimientos porque en California, donde su uso ya era legal desde que se aprobó en referéndum en 1996, los jueces de la Corte Suprema han vuelto a prohibirlo.