Vuelva usted mañana. Ésa era una frase clásica que ya deberíamos tener olvidada, entrado el siglo XXI, supuestamente con una Administración más ágil y moderna. Pero nada más lejos. Cientos de personas se agolpan cada día ante las oficinas de Extranjería de la Delegación del Gobierno para tratar de conseguir un número que les dé derecho a una entrevista con un funcionario que ponga en orden sus dudas.
Una sociedad como la nuestra no puede aceptar como normal lo que está sucediendo: que sea necesario pasar toda la noche en una cola para intentar lograr ser atendido, y sin saber a qué hora de la mañana la larga espera no habrá servido de nada y sólo quedará la opción del vuelva usted mañana. Tampoco se puede aceptar como normal que un grupo de inmigrantes mantenga su encierro en una parroquia para denunciar su situación. O las imágenes de una asamblea de inmigrantes abarrotando el teatro sindical. El problema es muy grave y lo tenemos todos, no sólo los inmigrantes sin papeles. Hay que buscar remedio a la actual problemática y no sólo solventar las cuestiones burocráticas.
Demasiado a menudo nos olvidamos de que se trata de personas que se lo han jugado todo para llegar a nuestro país en busca de esa oportunidad para, sencillamente, salir adelante, trabajar y vivir.
El Gobierno Aznar ha puesto un parche a la situación caótica en la que se ha visto sumido el país desde que la avalancha de inmigrantes es tan nutrida. Ahora se legalizan los que llegaron antes del 23 de enero, pero ¿y los demás? No sólo han llegado miles desde entonces, sino que siguen llegando, a diario.
Seamos solidarios pero también realistas. Las Islas son un territorio y una sociedad limitada, capaz de aceptar nuevos ciudadanos pero sólo hasta cierto punto. Si no se establecen unas reglas aceptadas por todos que regulen la llegada de inmigrantes, llegará un día en que no habrá trabajo suficiente y los problemas sociales que se deriven pueden tener consecuencias insospechadas.