Por desgracia, ya resulta habitual en los últimos años que Sant Antoni sufra en la época estival sus rigores típicos del verano: el descontrol de la venta ambulante ilegal, el tráfico de drogas y las peleas entre las mafias inglesas y senegalesas, los colapsos y peligros en la carretera, la infinita suciedad que se reparte por las calles... Este año, no podía ser menos y los problemas lejos de solucionarse han empeorado. Esta localidad, que además vive en una inestabilidad política desde las elecciones de 1999, donde el PP gobierna en minoría, no ha podido enderezar el rumbo que le ha llevado a navegar a la deriva desde hace varios años.
Así, ante esta situación que parece irreversible, ocho colectivos del municipio hastiados de que empeore la imagen de Sant Antoni se han unido para presionar al Consistorio para éste haga cumplir las ordenanzas municipales. Han empezado por recoger, de momento, un millar de firmas y anuncian que seguirán con las movilizaciones. Es digna de alabar esta iniciativa ciudadana, formada por asociaciones de vecinos, comerciantes y establecimientos turísticos; no en vano son ellos los que sufren y padecen la situación y son sus negocios los que se ven perjudicados por la desidia que se respira en el municipio.
Ante esta reacción ciudadana, el Ayuntamiento, ahora más que nunca, debe estar unido. PP, Democracia Pitiusa y Pacte, que últimamente están más preocupados por presuntas y pequeñas irregularidades urbanísticas y costeras, deben aparcar sus diferencias políticas y centrarse en mejorar la imagen y la habitabilidad de un municipio que no ha sabido o no ha podido corregir sus numerosas carencias. El trabajo que les queda por delante no es fácil, pero la movilización ciudadana ahí está. Ahora debe ser el Ayuntamiento el que de el siguiente y definitivo paso.