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Editorial

El Ib-Salut, en su primer examen

Demasiadas dudas han surgido tras conocerse las cifras con las que el Ib-Salut piensa gestionar el área de Eivissa y Formentera. Según informó el pasado martes la consellera responsable, Aina Salom, las Pitiüses trabajarán con 42 millones de euros, un incremento en un año de un 10'7 por ciento del presupuesto del año anterior. Las cifras, sin embargo, no son suficientemente claras puesto que, recordemos, este año han cambiado los parámetros en los que la sanidad pública se tiene que desarrollar.

Partidismos aparte, aún no puede asegurarse que el incremento establecido sobre la cantidad con la que el Insalud gestionaba hace un año la sanidad pública de las Pitiüses pueda suponer una mejora sustancial de la asistencia porque, por ejemplo, parte de estos recursos se utilizarán para cubrir capítulos que con anterioridad se asumían por los servicios comunes de la sanidad estatal. Consideraciones aparte, hemos comenzado una nueva era con la esperanza de superar con holgura las trabas que la centralización ponía para una mejora cualitativa de los servicios sanitarios, pero existe una gran desorientación sobre hasta dónde podemos llegar con las nuevas fórmulas de gestión.

Es cierto que no han pasado ni cien días desde que la Comunitat Autònoma balear asumió las nuevas competencias, las más importantes de cuantas ha recibido hasta el momento porque son las que dan de manera más exacta el nivel de calidad de vida que tenemos y el que aspiramos a conseguir, pero las intenciones iniciales de los nuevos responsables parecen haberse parado en seco a la hora de hacer números. Hoy por hoy no son sólo Els Verds los que piensan que se ha cometido un agravio comparativo a la hora de afrontar nuevos retos y destinar para ellos los recursos necesarios. Estamos en un momento fundamental; el sistema que establezcamos marcará para siempre la nueva sanidad pública, y eso es lo más importante.

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