Los sindicatos ya se plantean la convocatoria de una huelga general para el próximo otoño en contra de la ley de calidad educativa auspiciada por el Gobierno. Un asunto polémico en el que todos los sectores implicados coinciden en la necesidad de buscar soluciones, aunque pocos se ponen de acuerdo en el talante de las mismas. Alegan los sindicatos que el Ministerio de Educación ha despreciado ostensiblemente a las partes implicadas, lo mismo consejeros de las comunidades autónomas que representantes de profesores, alumnos o padres.
Pero si las formas han constituido un problema a la hora de abordar la reforma educativa, el fondo no lo ha sido menos. Si hay algo cierto en todo esto, constatable estadísticamente, es el elevadísimo "inaceptable en una sociedad desarrollada" grado de fracaso escolar en nuestros centros educativos. Y el modo de acabar con ello es más que difícil, especialmente si los distintos partidos políticos "que ideológicamente son prácticamente clónicos" utilizan ésta y otras reformas como arma arrojadiza para intentar arañar votos o despertar simpatías. Que una asignatura como la religión deba o no evaluar es discutible, pero también lo es la educación física, la plástica o la música. Todas ellas son importantes "sin un conocimiento del arte, la música o la religión (o religiones) es imposible acercarse a la historia o la literatura", así que no deberían eliminarse alegremente. La reválida también es discutible, así como la exigencia o no de plantear exámenes, suspensos o lo que sea.
Todo, cuando hablamos de educación, es relativo, excepto la necesidad perentoria de despertar la curiosidad de los niños, el interés en aprender, el dominio de su propia lengua, que es a la postre la herramienta básica que abre todas las puertas del conocimiento.