Desde el principal partido de la oposición, el secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), José Luis Rodríguez Zapatero, ha acusado a José María Aznar de haber metido a España en la lista de los objetivos de los terroristas integristas a causa del papel jugado por nuestro país en toda la crisis de Irak y, en especial, por su apoyo a la guerra contra Sadam Husein. Por su parte, el presidente del Gobierno, que visitó ayer Balears en el marco de la campaña electoral del Partido Popular (PP), respondía que Rodrígez Zapatero había perdido los papeles al vincular los atentados de Casablanca con la guerra de Irak.
Bien es verdad que Aznar jugó sus bazas en todo el proceso de forma equivocada, contra una creciente oposición al conflicto que se manifestó en todas las ciudades del Estado. Y, evidentemente, esto puede suponerle un coste en los comicios que se celebrarán este próximo domingo. Pero no sería tampoco justo acusarle de meternos en una lista de presumibles objetivos de fanáticos que, en nombre del Islam, se creen con el derecho a acabar con la vida de cualquier persona, en muchas ocasiones víctimas inocentes, por cierto. Los responsables de tamaña barbarie son los terroristas y nadie más que ellos.
La postura española siempre debe estar del lado de los que luchan contra el terror, pero dentro de la legalidad internacional y de los organismos supranacionales pertinentes. Ahí, precisamente, radicó el grave error de Aznar. Pero ahora, de lo que se trata, fundamentalmente, es de cortar de raíz cualquier posibilidad de que los integristas vuelvan a sacudir cualquier rincón del planeta. Para ello es necesario que se produzca una estrecha colaboración de la comunidad internacional, pero siempre por la vía del diálogo y en el marco legal preciso para que sea respetado por todos.