El panorama político se complica en Catalunya cuando ha empezado ya a correr el reloj para la formación de un nuevo Gobierno autonómico. Lo más probable es que hasta mediados de diciembre -fecha límite- no conozcamos cómo será ese Ejecutivo que, además del interés intrínseco que pueda tener, tiene importantes connotaciones de cara a los posibles pactos electorales de la próxima primavera a escala nacional.
La complicación en ese asunto la aporta ERC, un partido pequeño que se ha convertido en la clave para la formación del Gobierno de la Generalitat y que a causa de su ideología independentista es una especie de regalo envenenado para cualquiera que aspire a gobernar España, léase Partido Popular y Partido Socialista.
De ahí que ligarse políticamente con Esquerra Republicana -paso necesario tanto para CiU como para los socialistas catalanes si quieren formar Gobierno- sea una decisión más que delicada. Y ahí precisamente es donde está el quid de esta cuestión, en el papel de ERC y su líder, Carod Rovira. Porque todavía está todo en el aire y todas las opciones sobre la mesa, pero un pacto CiU-ERC alejaría la posibilidad de un futuro entendimiento entre el partido de Artur Mas y el PP en Madrid, necesario en caso de que Rajoy no obtuviera la mayoría absoluta.
Pero el matrimonio PSC-ERC tampoco le conviene al PSOE por lo mismo, en caso de necesitar el apoyo nacionalista moderado en Madrid a la hora de formar un eventual Gobierno en marzo. Quizá a efectos de política nacional, aunque extraña, la pareja más afortunada sería la que podrían formar CiU y PSC, que sería algo así como una garantía de tranquilidad para quienes temen que la irrupción de ERC en un primer plano suponga peligrosas tentaciones independentistas.