La política pitiusa está viviendo en los últimos días un ambiente de crispación que hacía tiempo no se recordaba y que da la impresión que se les está yendo de las manos a los propios protagonistas. Esta última semana, la máxima institución pitiusa, el Consell Insular, ha sido un hervidero de acusaciones, denuncias de tratos de favor y prevaricaciones que han llegado a salpicar incluso al presidente del Consell Insular, Pere Palau. Todo empezó con el anuncio de la auditoría realizada por el actual equipo de gobierno del Consell, del PP, sobre las cuentas del anterior gobierno, del Pacte, en las que los populares hablaban de contrataciones irregulares y de inversiones no realizadas. El contraataque de los progresistas no se hizo esperar al denunciar tratos de favor a del Consell a empresas vinculadas con Abel Matutes y Pere Palau. A partir de ahí la espiral de acusaciones no ha tenido freno. Eso sí, ninguna de ellas de momento ha acabado en los juzgados.
Paralelamente, en Formentera se producía un lamentable incidente cuando el alcalde del PP, Juanma Costa, atacaba a una funcionaria por estar de baja laboral y que es compañera sentimental del candidato pitiuso al Congreso por el PSOE, José Ramón Mateos. Quizás, este último caso es el que mejor ilustra el ambiente de tensión que estamos viviendo y de cómo los políticos en ocasiones pierden el norte sobre lo que realmente es su trabajo.
En política, la imagen que se da al ciudadano es fundamental para que éste obtenga la confianza de la clase dirigente. Por este motivo, con actuaciones como las que se están presenciando estos días, los ciudadanos van sumando argumentos para pensar qué tipo de clase política es la que nos gobierna que pierde el tiempo en acusaciones que no van a ningún lado (a los juzgados) cuando lo que realmente tendrían que hacer es lo que deben: gobernar.