El Reino Unido acaba de dar un paso de gigante en la clonación humana con fines terapéuticos, algo que ha sido autorizado a un grupo de científicos de la Universidad de Newcastle. En principio, podría ser una buena noticia, si se tiene en cuenta los fines para los cuales ha sido aprobada la licencia: el tratamiento de enfermedades sin cura, como la diabetes, que será la primera en ser investigada y a la que probablemente le seguirá el Alzheimer. En su lado opuesto se encuentra el límite ético de la técnica, que choca con el principio de la clonación.
El Reino Unido se convierte así en el primer país que da vía libre a la clonación terapéutica, algo que en España todavía está prohibido, aunque es posible que el Gobierno de Zapatero apruebe una normativa similar en el plazo mínimo de un año, decisión que causará más de un rechazo. Lo científicos están divididos, al igual que distintos sectores de la sociedad. Algunos la consideran algo moralmente inadmisible y otros destacan la gran importancia del papel terapéutico de la técnica.
En cualquier caso, y al margen de que los investigadores lo consideren un hito histórico, hay que tener muy claro que continúa siendo ilegal la clonación dirigida a la reproducción humana. Tanto los políticos como los científicos deben de controlar y supervisar el objetivo de la clonación terapéutica: nunca dirigido a crear seres humanos, sino a salvar vidas, poner remedio a enfermedades que, hoy por hoy, no tienen curación.
Esta posibilidad, ahora realidad en el Reino Unido, suscita más que un interrogante y dudas en países europeos que, como en España, permiten en algunos casos investigar con células madre procedentes de embriones sobrantes de las procesos de reproducción asistida, pero no su clonación.