La expectativa de vida de la población española es hoy una de las más altas de la Unión Europea, concretamente, 75,7 años en los varones y 83,1 en las mujeres. Pero esta buena noticia lleva pareja otra que no cabe calificar de esperanzadora. Según estudios de Naciones Unidas que da por buenos el Gobierno español, hacia el año 2050 nuestro país será despues de Japón el segundo del mundo que contará con una población más envejecida.
Por ceñirnos a los cálculos establecidos, por esas fechas habrá en España 16,3 millones de personas de más 65 años, es decir, tres de cada diez. Un dato que causa inquietud, máxime si tenemos en cuenta que la asistencia social a los mayores es desde siempre una de las asignaturas pendientes de nuestra Administración. La denominada tercera edad reunía el pasado año en España a 7,2 millones de personas, o sea, el 17% de la población. De entre ellos, el 87,3% residía en una vivienda de su propiedad, pero únicamente el 21% lo hacía en edificios que se pueden considerar fácilmente accesibles.
Más preocupante aún resulta que uno de cada cuatro de esos ancianos viviera solo, y que únicamente uno de cada diez dispusiera de la ayuda de algún servicio social. Todo ello configura un panorama casi desolador para enfrentarnos a ese envejecimiento de la población que se avecina. Pensemos por ejemplo que, hoy, conscientes ya del problema, encontramos que las autonomías de este país dedican a servicios sociales cantidades tan ridículas como las contenidas entre 113 y 454 euros por persona y año. Un sistema de asistencia social serio, digno, suficientemente financiado, se hace imprescindible. Y todos los esfuerzos que lleve a cabo este Gobierno y los venideros, deberán contar con el apoyo, y la exigencia, de una ciudadanía que en este intento se está jugando parte de su futuro.