Balears padece unos cuantos problemas derivados de su condición de comunidad isleña y uno de ellos es el proceso para deshacerse de las basuras, o eso que ahora se llama eufemísticamente «residuos sólidos urbanos». Por eso resulta poco esperanzador el hecho de que seamos precisamente nosotros, los habitantes de estas Islas, quienes más basura producimos de todo el Estado. Hay quien responsabiliza de estas cifras -721 kilos de residuos por persona y año en 2003, que hay que multiplicar por el millón de habitantes que somos- al sector turístico -hoteles, restaurantes y todo tipo de establecimientos de oferta complementaria, incluido el comercio-, que mueve ingentes cantidades de basura para atender a sus millones de clientes. Pero tampoco está de más que nos miremos un poco a nosotros mismos, sin tratar de escurrir el bulto.
Recordemos que todo lo que tiramos al contenedor debe encontrar un destino: la incineración -contaminante-, el vertido -contaminante- o el reciclaje que, afortunadamente, va aumentando. De ahí que sea muy necesario pararse a pensar qué estamos haciendo. Porque las Islas tienen un territorio finito y definido y nadie quiere que grandes áreas de nuestra tierra se destinen a vertedero; nadie quiere una incineradora cerca de su casa. Así que habrá que pensar en generar menos basura. Pero ¿cómo conseguirlo? Basta hacer una buena compra en el supermercado para percatarse de que más de la mitad de lo que llevamos a casa son residuos -envases, bolsas, papeles, cajas...-, de forma que, al final, el problema no es tanto del ciudadano como de la legislación, que no regula este exceso. Por ello, cualquier esfuerzo del ciudadano a la hora de limitar la generación de basura quedará en una tarea encomiable pero baldía.