El asunto del Estatut catalán ha situado al Partido Popular (PP) en una encrucijada en la que debe mesurar muy bien sus pasos si quiere emprender el camino acertado. No parece que posturas intransigentes sean, en este momento, las más idóneas. Y, además, el electorado suele castigar este tipo de posicionamientos de altivez y cerrazón, como le sucedió a José María Aznar al final de su segundo mandato.
Mariano Rajoy cuenta aún con miembros en su equipo directivo que, amén de recordar la pésima gestión de los trágicos sucesos del 11-M, adoptan posiciones radicales que no conducen a ninguna parte. Y es frecuente que éstos choquen con posiciones más moderadas, como es el caso de Josep Piqué.
El líder catalán, desde el conocimiento no ya sólo del texto estatutario, sino además de la nacionalidad a la que pertenece, afirmaba en Catalunya Ràdio que hay elementos sobre la financiación en el acuerdo alcanzado entre Gobierno y CiU que también reivindicaba con antelación el PP de Catalunya. La reacción posterior del secretario general de los conservadores, Àngel Acebes, no obedece a la realidad, sino a un posicionamiento firme e intransigente desde el desconocimiento.
Tratándose de un tema fundamental, no ya sólo para Catalunya, sino también para el resto del Estado, sería más que razonable, puede que incluso imprescindible, que Rajoy revisara ciertos posicionamientos extremos para reducir la crispación, reconducir el tema y, si es preciso, como parece, renovar la cúpula que le ha de acompañar en la singladura hasta las próximas elecciones generales.
Por todo ello, no se entendería que el líder popular no contara, y más en este asunto del Estatut y sus consecuencias, con los principales barones autonómicos de la formación, incluyendo, claro está, a Josep Piqué.