La cifra ya produce escalofríos, en pleno mes de agosto 43.540 personas están en las listas del paro, cifra que supone una tasa de desempleo del 7,9 por ciento -tres puntos por debajo de la media estatal- y con un ritmo de crecimiento que dobla el del conjunto de España. Ninguno de los parámetros que inciden en el mercado laboral es positivo, la contratación se ha desplomado -la caída es del 24,6 por ciento respecto a agosto de 2007 y de un 43,1 por ciento en relación al pasado mes de julio-, todo indica que cuando finalice la temporada turística se van a superar con amplitud los peores augurios. El panorama de adversidades se completa cuando se confirma que algunas empresas turísticas, ante la reducción de los beneficios empresariales, están trasladando contratos fijos a fijos-discontinuos como una manera de aligerar los costes laborales que deben soportar.
Con este escenario apenas tienen credibilidad las manifestaciones de la todavía consellera de Treball, Margarita Nájera, que sigue apelando al sector turístico como último recurso -ahora- para evitar un período apocalíptico en materia laboral durante, como mínimo, los próximos meses. El análisis de la cifras deja muy claro que la hostelería no puede absorber los parados que generan la construcción y el comercio.
El paquete de medidas anunciado por el president Antich para contrarrestar la crisis en la que se está instalando la economía balear todavía no se ha comenzado a aplicar y, por tanto, su efecto es nulo -al igual que los planes del Gobierno central-. Hasta el momento, ninguna de las medidas previstas por la Administración ha logrado generar la suficiente confianza empresarial en el futuro para evitar el envío masivo de trabajadores al paro, y eso que el precio del petróleo y los tipos de interés están comenzando a bajar. Las cosas no se están haciendo bien.