Ignacio Fernández Toxo ha sido elegido, por un mínimo margen, para sustituir a José María Fidalgo como secretario general de Comisiones Obreras. Desde el Gobierno se anuncia que la elección garantiza la continuidad del diálogo social, aunque el nuevo líder sindical haya asegurado que habrá movilizaciones si es preciso para salir en defensa de los trabajadores.
El primero de sus encuentros será con el líder de la UGT. Y es que es preciso definir desde un primer momento si se mantiene la unidad de acción sindical o, por contra, el nuevo escenario exige un cambio de posicionamientos.
Es lógico que, dadas las circunstancias especialmente críticas en las que nos encontramos, con un desempleo desbocado y unas previsiones de crecimiento nada halagüeñas, los sindicatos, hasta el momento silentes frente a la crisis, adopten unas posturas que sus afiliados perciban como de defensa de sus intereses. Porque lo cierto, es que hasta ahora, la prudencia de que han hecho gala, rayaba en ocasiones con la sumisión más absoluta a las decisiones gubernamentales.
No es deseable en absoluto que se incremente la tensión social o que las calles se conviertan en un permanente hervidero de reivindicaciones. Es más, lo más razonable sería una paz social que permitiera avanzar. Pero también es verdad que los sindicatos deben ser la voz de los trabajadores, los órganos a través de los que canalizan sus reivindicaciones. Y esto, en los meses que llevamos de crisis y de agobios ciudadanos, no ha sido así. Pese a ello, lógico es que deba imponerse el diálogo como la vía principal de entendimiento y sería excelente que todo pudiera hacerse desde el consenso y el diálogo social.