Jesús en su predicación tuvo en cuenta las disposiciones diversas de sus oyentes a los que alude en la parábola del sembrador. En labios de Jesucristo las parábolas adquieren una fuerza singular.
Jesús con este modo de hablar en parábolas atrae la atención de sus oyentes, los cultos y los incultos a los que da luz acerca de las realidades más profundas. Las enseñanzas de Jesús, nuestro divino Maestro, siguen siendo luz y guía de conducta moral a todas las generaciones. Cuando leemos y meditamos sus parábolas podemos saborear la adorable Humanidad del Salvador que se complacía con las gentes de Palestina que le escuchaban, como ahora que se complace amorosamente atendiendo a nuestras oraciones y súplicas.
Las palabras de Jesús revelan con toda su fuerza la responsabilidad que tiene el hombre de disponerse bien para aceptar la gracia del Dios y corresponder a ella. Jesús habla con sus discípulos y les explica que a ellos, justamente porque tienen fe en Él y desean conocer más a fondo su doctrina, se les dará un conocimiento mas profundo de las verdades divinas. La semilla de la Palabra de Dios que cae en buena tierra da fruto abundante.
En la celebración de la Eucaristía tenemos estos dos aspectos esenciales: la Liturgia de la Palabra de Dios y la Liturgia eucarística que forman un solo acto de culto. La misa dominical es tan importante para los católicos porque en ella recibimos doble refección: El Pan de la Palabra de Dios y el Pan de la Eucaristía.